PÓLVORA MOJADA

Tenemos un gobierno débil, respaldado solo por 85 diputados fijos, guiado por un presidente no escogido directamente por los votantes sino resultado de una moción oportunista que hizo extraños compañeros de tálamo. Tenemos además, en la autonomía más conflictiva del momento, a un presidente regional también débil, de nuevo no votado por el electorado, sino escogido a dedo, en virtud de sus alianzas y enfrentamientos, por un candidato que quedó segundo.

Para completar este desnutrido cuadro, tenemos por último a una oposición no menos débil, que está todavía reorganizándose y no ha escogido a su líder quien debería ser jefe de la oposición. De todo este cúmulo de debilidades va a ser muy difícil que salga algo sólido.

Resulta enternecedor ver como, a pesar de esa evidencia indiscutible, el Gobierno propone ocasionalmente para futuros cercanos (cercanía imaginaria que casualmente nunca acaba de determinarse) medidas de gran calado, como reformas constitucionales, estatutos, cambios sociales o resignificaciones de cuestiones colectivas. Me parece encantador por su parte decidirse a creer eso con el conmovedor candor de la guardería. Pero hasta en los jardines de infancia se han visto mejores proyectos, modelados con superior talento en sus orinales por los habitantes más jóvenes de la institución.

Por ahora, los contribuyentes entendíamos que todas estas propuestas eran salvas de fogueo; una burbuja de buenismo dispuesta a competir en dimensiones con la burbuja inmobiliaria endémica de este país. Es decir, nada de ningún tema verdaderamente de peso que pudiera peligrar por una votación o poner en un compromiso la euforia gubernamental.

Pero ahora resulta que hasta incluso a los temas que no deberían peligrar en votación –y que podrían cargarse con cierto perdigón– les falla el percutor a la hora del disparo. La votación para la dirección de RTVE no resultó de fogueo, sino directamente un cartucho que hizo pifia de la manera más torpe.

O pirotecnias o fiascos: menudo dilema para los contribuyentes. Con la pólvora todavía chorreando, ¿realmente era la mejor semana para presentar un programa de gobierno que pudiera resultar creíble y practicable?

Sabino Méndez ( La Razón )