POR LA SOBERANÍA NACIONAL

No te dejes engañar: la negociación con los separatistas sigue abierta. Sánchez la ha suspendido, no cancelado; la deja en stand by hasta que pase la tormenta. La de su propio partido, que es la que le importa; quizá no esperaba tanta contestación interna. La manifestación de hoy la usará, si es un éxito, para agitar el espantajo del miedo a la derecha.

Ésa es su baza ante el nacionalismo, que nunca tendrá otro Gobierno más dispuesto a sentarse a su mesa. Al presidente ya no es esta legislatura achicharrada la que le interesa; está mirando más allá, hacia una futura correlación de fuerzas que después de las elecciones le pueda garantizar la supervivencia.

Hemos vuelto a 2016, cuando los barones le vetaron el «Gobierno Frankestein» que ya tenía en la cabeza, sólo que entonces aún no se había proclamado la insurrección de independencia. Pactar con los sublevados después de la revuelta es un acto de indignidad que demuestra hasta qué punto se mezcla su ambición personal con un anhelo patológico de vendetta.

Por eso le trae sin cuidado tu protesta, y la de los suyos apenas le frenará lo justo para ganar tiempo con el que replantear su estrategia. A este hombre no se le puede descifrar en clave política sino psicológica, como apuntó esta semana Alfonso Guerra.

Pero no te distraigas porque lo que está en juego ahora no es la jefatura del Gobierno. Eso llegará en otro momento. En éste se trata de defender la Constitución como base de la convivencia y del ordenamiento de un Estado moderno. Si sales hoy a la calle, recuérdalo: te vas a manifestar por la supremacía de las instituciones frente al oportunismo aventurero que las utiliza como moneda de trapicheo en una especie de mercado negro.

La política española ha alcanzado tal grado de envilecimiento que la propaganda gubernamental te llamará radical por eso, por reclamar la hegemonía de la razón y del Derecho, por negarte a aceptar componendas y atropellos. Mantente firme: eres tú quien está en el bando correcto.

En el de la igualdad ante la ley, en el del rechazo a los privilegios y al alquiler del poder en una lonja indecorosa de deslealtades, chantajes y desafueros. En el de quienes están de acuerdo en que la España constitucional sigue valiendo la pena como proyecto.

Si alguna vez Sánchez compartió esa idea, hace tiempo que la ha abandonado. Ha arrastrado a su partido y a su país a una carrera de humillaciones y agravios sin más objetivo que el de prolongar su mandato.

Ha puesto zancadillas a la Justicia para tratar de forzarla a un apaño y ha entregado al independentismo la manija de un falso diálogo entre iguales que menoscaba al Estado y lo somete a un bochorno democrático contra el que tienes, si así lo deseas, toda la autoridad moral para expresar tu rechazo.

Se trata, simplemente, de reclamar como ciudadano la devolución de la soberanía nacional a sus legítimos propietarios.

Ignacio Camacho ( ABC )

viñeta de Linda Galmor