
PRÉSTAMO, NO EUROBONO
Con voz dolida, como la del que sufre injusticia, protesta Pedro Sánchez de las trabas que ponen a su estado de alarma e incluso le acusan de prolongarlo para gobernar más cómodamente. Cuando la verdad es que existen alternativas, empezando por las que regulan la salud pública, que permiten plantar cara a una pandemia, y usó el presidente de Murcia al cerrar algunas de sus localidades costeras a los veraneantes prematuros llegados del interior.
Es más: el propio Gobierno ha dado a entender que le encantaría mantener la situación hasta finales de año, que es lo que puede durar la pandemia con sus últimos coletazos. También la forma cómo se ha constituido la Comisión de Reconstrucción, que supervisará la «desescalada» y posterior subida, apunta en ese sentido.
De entrada, y siguiendo la táctica que viene usándose para formar las mesas del Congreso y Senado, se ha eliminado a Vox de su composición, pese a ser el cuarto partido de las Cámaras. Luego, se nombró presidente a Patxi López, un socialista sin sentido de Estado y servidumbre partidista, como ha demostrado en su larga y nada brillante carrera política.
Lo que deja la «Reconstrucción» en manos del PSOE, Podemos y los nacionalistas, quedándole al PP el derecho al pataleo, con Ciudadanos, que ya veremos si le acompaña o se une a los gubernamentales.
Pues eso precisamente busca Pedro Sánchez: hacerse dueño del cotarro, con un mínimo de oposición, montado en el estado de alarma el mayor tiempo posible, o sea, convertirlo en estado de sitio de facto, y cambiando de pareja según el tema que se trate. En el aire quedan las dos crisis: la sanitaria y la económica, interrelacionadas.
El Covid-19 tendrá que irse replegando como todas las epidemias y si no lo hace, los poderes especiales tendrán sujetos a los españoles. Mucho más difíciles se presentan la deuda y paro que se nos echan encima. Todos los indicadores, incluidos los del propio Gobierno, admiten que los ingresos serán menos de lo previsto y los gastos mucho más.
Ya que el Plan Marshall y los eurobonos que pedía Sánchez no llegan, tendrá que contentarse con los 24.000 millones de euros que le tocan de los 240.000 millones que la Comunidad Europea ha dispuesto contra el virus, en condiciones inmejorables: pagaderos en diez años, con un interés del 0,115%.
Tampoco habrá «hombres del frac», fiscalizadores, ni otras condiciones de que el dinero se emplee en «costes directos e indirectos sanitarios causados por la pandemia», como Países Bajos exigía. ¿Llegarán? Depende de cómo se gasten.
Quiero decir que si se emplean en combatir la pandemia y sus efectos colaterales o se gastan en experimentos sociales, en financiar chiringuitos de amiguetes o, sencillamente, desaparecen por arte de birlibirloque.
Kristalina Georgieva, directora del FMI, en la misma situación que la CE, aconsejaba hace poco en Roma los gobiernos que «gastasen cuanto pudiesen», pero «guardaran los recibos». Como búlgara, debe saber que en Europa falsificar recibos es uno de los deportes favoritos. También lo saben los holandeses.
José María Carrascal ( ABC )