Cuando el gobierno alega que ha impedido al Rey asistir a la entrega de credenciales a la última promoción de jueces para «proteger la Monarquía», recuerda al lobo diciendo a Caperucita que se ha disfrazado y enharinado para comerla mejor.

Fue un gesto al independentismo catalán, como la posibilidad de indultar a sus líderes encarcelados, para que apoye los presupuestos, sin los que no habrá el maná de Bruselas, absolutamente necesarios para que no nos vayamos al garete tras los destrozos de la pandemia. Yo mismo lo apunté.

Pero tras darle muchas vueltas he llegado a la conclusión de que la verdadera causa es algo muy distinto: mostrar de manera abierta, descarada casi, quién manda en España. Y la respuesta es: el gobierno, aunque el Rey tenga que firmar ese indulto lo que significaría un duelo entre las más altas magistraturas del Estado, con graves daños a éste, algo que Felipe VI no hará, como no ha ido a Barcelona, limitándose a comentar por teléfono al presidente del CGPJ, Carlos Lesmes, que le hubiese gustado estar en la ceremonia, menos plácida de lo habitual.

Algunos de los nuevos jueces no asistieron, la número 1 de la promoción advirtió que «el poder judicial jamás debe usarse como moneda de cambio al estar en juego el Estado de Derecho, sustentado en la imprescindible y anhelada división de poderes», oyéndose a continuación un «Viva el Rey!» general, aunque al ministro de Justicia se le escapó «Se han pasado tres montañas», mientras Iglesias y Garzón acusaban al Rey de «falta de neutralidad política y maniobrar contra el gobierno», como si no llevaran años atacándole.

Ha quedado de manifiesto el intento de acabar con el «régimen del 78», no desde fuera, como el 23-F, sino desde dentro: el Ejecutivo apoyado por quienes lo odian, la extrema izquierda y los independentistas. Sánchez e Iglesias tienen más cosas en común de lo que parece.

Aunque temperamental y físicamente son contrapuestos, mental y psicológicamente coinciden en una ambición desmedida, un complejo de inferioridad intelectual y no tener otro norte que el suyo personal. Cuando Pedro decía que no le dejaba dormir imaginar a Pablo en el gobierno, todos supusimos que era por miedo, y resulta que era por gozo, ya que éste le permite adentrarse por senderos en los que él sólo no se atrevería, como desafiar a la Corona y al Poder Judicial, los dos últimos baluartes que quedan de la Transición, ya que el centro-derecha se ha inutilizado a sí mismo, con sus subdivisiones y falta de estrategia.

El caso de Ciudadanos es patético y el del PP, lamentable. Es como el dúo de la bencina Sánchez-Iglesias ha podido acercarse a Bildu, entregar Navarra y coquetear con los secesionistas catalanes impunemente. Es verdad que eso va a engrosará a Vox, pero será a costa del PP y aumentar el apoyo de los que quieren acabar con España.

Pleno al quince, si no nos salva otra vez la divina Providencia.

José María Carrascal ( ABC )

viñeta de Linda Galmor ( ABC )