
REBELIÓN EN EL REBAÑO
En su alocución del sábado, el presidente del Gobierno se presentó todavía más paternal. El tono en el que se dirige a los españoles, a través de la televisión, es de conductor de masas; de predicador con mando a distancia.
El buen pastor incluso da lecciones sobre cómo deben formularle las preguntas: «Usted puede plantearlas como un sí o un no, y yo podré responderlas como creo que puedo responderlas». Una vez más el problema no era la pregunta.
Nunca falla. Sánchez baja el tono, como si la ternura se impostara. Después vienen los avisos y las advertencias. Sánchez trata a los ciudadanos como ovinos descarriados a los que hay que llevar por la cañada del bien.
El presidente gobierna a base de órdenes ministeriales a las que solo les falta un motorista para su reparto y entrega. El Gobierno despacha a Madrid con un correo electrónico e insinúa que habrá una alarma a la carta para Díaz Ayuso hasta mediados de julio: «La excepción afecta a las zonas más afectadas».
La anomalía se ha hecho costumbre en estas semanas de docilidad, nacida del miedo y el desconocimiento general. ¿De verdad somos conscientes del drama? No hemos visto ni a la muerte, ni el sufrimiento en los hospitales.
Esas imágenes eran de Italia. En España son números, porcentajes y curvas con pico. Sánchez quiere «alrededor de un mes» para seguir con el Estado de excepción camuflado en la alarma. La supresión de las libertades fundamentales hubiera requerido un control constante del Parlamento.
El Congreso prorrogó un mes la alarma, muy acotada y específica, a propuesta de Rodríguez Zapatero en 2010 para mantener el control militar de las torres de control en los aeropuertos. Se garantizó de ese modo la libre circulación de las personas. No se suprimió, como ahora. Por lo tanto, no es un precedente.
La excepción es el uso que de la alarma ha hecho el Gobierno de Sánchez e Iglesias. Salta a la vista del BOE que no solo la emplean para evitar el colapso absoluto en los hospitales. La ciencia defiende la evidente eficacia del confinamiento, pero solo se puede llevar a cabo sin rechistar en países con una dictadura como China.
En las democracias liberales hay que ir pisando con cuidado y pidiendo permiso para cada paso al Congreso. En la jerga de las epidemias la «inmunidad de rebaño» es un umbral para dar por superada la crisis. Nada que añadir. Otra cosa es si en democracia se gobierna a los ciudadanos como si fueran ovejas. La rebelión es inmediata.
La protesta es el reflejo del pluralismo en una sociedad libre.
Juan Pablo Colmenarejo ( ABC )
viñeta de Linda Galmor