Dame un minuto. O dos. Dame un rato, que me lo pienso. No me gusta precipitarme. Sí, eso, espera un poco más. Agito mi melena felina.

Que yo lo valgo, repito. Otro minuto, otro día, otra semana. Yo lo veo, tú lo ves. Lo ve hasta ese señor que pasa por ahí, joder. Mira cómo mira. Que no es no.

Que cuando las cosas no tienen que ser… Pero dame tiempo que coquetee con el pelo, que entreabra los labios, que entorne los ojos. A ver si así vuelve la magia. Nada. Cortejo estéril, los dos mirando para otro lado. La inercia, y tal. Y con tanto minuto se nos ha ido este verano peculiar.

Y mi pelo ondea ya sin gracia. Sin sol. Sin sal. Un flirteo desganado como de rutina, como porque sí. Llega lo inevitable. Dame un minuto que me haga una coleta.

Allá voy.

Sara Polo ( El Mundo )