SANCHISMO PATA NEGRA

Sanchismo y Batet son un binomio indisoluble desde que Sánchez decidió pasar a mayores tras una época de diputado o concejal raso sin mucha más tarea que apretar el botón verde o rojo los días de pleno. Todas las glorias que le han esperado a Meritxell Batet Lamaña (Barcelona,1973) le surgieron de la mano del «estadista» del barrio de Tetuán, que primero la hizo secretaria de Programas del PSOE, luego ministra y finalmente la llevó hasta la Presidencia del Congreso.

Con el doctor terminaba su época de diputada «ni fu ni fa», que apenas había sobresalido pues su militancia socialista es de última hora (2008) y centrada en el PSC, donde siempre tienen un lío enorme a la hora de frenar su identidad nacionalistoide, producto quizá del complejazo de inferioridad que comúnmente han mostrado frente a los nacionalistas catalanes.

Batet, por ejemplo, votó en el Congreso a favor de un referéndum en Cataluña en 2013. Rompió la disciplina de voto del Grupo lo que le valió una multa de 600 euros, que tampoco es que fuera aquello el juicio de Nuremberg. Pero quedó claro que en eso, en el referéndum, nada le separa de la banda del lazo.

Quizá por ello es parte esencial del sanchismo y sus mil y una naciones. Luego se ganaría definitivamente a Sánchez cuando formó parte del grupo de diputados socialistas que siguieron en el «no es no» en la segunda investidura de Rajoy cuando tenían ordenada la abstención. Otros 600 del ala, pero eso la consagraría en la fe sanchista.

Muy útiles para esta tarea de bailarle el agua a los separatistas le están resultando sus estudios juveniles de danza clásica y contemporánea, más académicos que el bailongo fin de boda que se trae Iceta en los mítines. Por eso ahora ha puesto la Cámara a disposición del pacto del PSOE con ERC.

Y de ahí que el martes tolerara ese esperpento de las promesas del cargo que volvieron a vivir las Cortes que a cualquier persona cabal le hacen jurar en arameo.

Álvaro Martínez ( ABC )

viñeta de Linda Galmor