
SIEMPRE MADRASTRA
Celaá es la madrastra de todos los cuentos, la peor noticia para la hija hermosa del padre viudo. En la fotografía podría tener la manzana podrida en la otra mano, o la aguja con que se pinchó Aurora cuando cumplió los dieciséis.
Lo que era nuestro ahora es suyo: eso es lo que ella simboliza y lo que hacen los socialistas cuando alcanzan el poder: usar las instituciones para fines partidistas, echarte del tablero llamándote fascista, negarte el derecho a existir negándote el derecho a defenderte, y convirtiendo la memoria y la Historia en una mentira cobarde y sectaria para borrarte del futuro en lugar de aprender la imprescindible lección de que sólo crecemos en el entendimiento, en la ternura y en la reconciliación.
Me han insultado llamándome lo inimaginable por defender este entendimiento. Por defender que Rivera tenía que haber sometido a Sánchez con un pacto de legislatura inteligente y exigente, favorable a los intereses de todos los españoles, y que nos alejara del abismo que, de un modo u otro,
Podemos estuviera en el Gobierno o en sus zonas de influencia. No me han insultado tanto, pero también me han dicho lo suyo, por sugerir a continuación que si Ciudadanos no estaba a la altura, el Partido Popular y Pablo Casado tendrían que estarlo.
Nunca me cansaré de decir que en la moderación está la única España posible, que el guerracivilismo, aunque sólo sea verbal, tiene consecuencias, y que la derecha no puede preferir que Sánchez haga el ridículo gobernando con Iglesias antes que librarnos a nosotros de este ridículo, y de esta tragedia.
Pero cuando luego aparecen los socialistas con su mezquindad, con su cinismo, con su oportunismo tan barato, tengo la tentación de pensar que igual soy un idiota con demasiada confianza en una solución que en realidad no existe -por muy deseable que pudiera resultar.
Querría no tener que renunciar a la esperanza de que la izquierda española por fin acometa su pendiente transición a la normalidad democrática. Felipe González hizo brillantemente el camino que Zapatero clamorosamente deshizo, y Sánchez parece a veces que tiene la intuición de la correcta dirección, pero a la hora de la verdad se enreda en la telaraña totalitaria.
Lo de Celaá ayer fue sacar la navaja. El PSOE tendría que protegernos en un espacio de credibilidad a los que aún creemos que puede comportarse como un partido aseado y razonable.
Salvador Sostres ( ABC )