
SOMETHING SO RIGHT
Something so right» es una de las más hermosas canciones de amor de Paul Simon y explica lo fácil que le resulta admitir lo que se tuerce y lo mucho que le cuesta acostumbrarse a que las cosas le salgan bien. A una cierta España le pasa lo mismo con Cataluña, aunque por motivos bastante más inconfesables y turbios que el confuso estado emocional del señor Simon.
La investidura de Quim Torra supone una apabullante victoria del Estado. Primero porque deja sin efecto y reduce a mero folclore el 1 de octubre. Segundo porque le ha investido un parlamento que ha salido de unas elecciones convocadas por el presidente Rajoy en virtud de la aplicación del artículo 155 y a la que todos los partidos llamados independentistas se presentaron. Tercero porque el único desafío real -aunque patatero- que todavía el independentismo mantenía al Estado, que era la investidura de Puigdemont y su investidura, se ha desvanecido y todo en Cataluña sigue siendo perfectamente autonómico.
Pero es que además, Quim Torra, pese a su retórica pirotécnica, significa el regreso al marco mental del pujolismo, que fortalecía la Generalitat para sustanciar el negocio pero en su discurso de fondo estaba implícito que la independencia era imposible.
Los cobradores de Convergència estaban ayer exultantes con el nuevo Govern: recuperarán los cargos, los sueldos, las subvenciones, y todo sin haber tenido que arriesgar nada, y pudiendo encima comparecer en los medios y en las redes sociales como los insignes patriotas de la causa imaginaria.
El Gobierno permanecerá atento a cualquier ilegalidad para abortarla y castigarla, pero no creo que haga falta. España ha ganado como ganan las democracias modernas: con la Ley, sin aspavientos y pese a oportunistas e histéricos que en su odio a Mariano Rajoy comparten con los independentistas la profunda, cateta ignorancia de qué es y cómo funciona un Estado.
Salvador Sostres ( ABC )