SUCIEDAD PARLAMENTARIA

Francisco Javier López Álvarez  hasta ahora representaba la esencia de la mediocridad, el arribismo, la carencia de principios y la  escasa dignidad, pero dado que su currículo es un solar de indigencia y ausencia de formación académica, por fin se ha podido doctorar en algo, y ha elegido la indecencia como materia de su tesis apócrifa.

Yo creo que el presidente del gobierno ha hecho bien en elegirlo como Presidente de la Comisión Parlamentaria  para la Reconstrucción Económica y Social encargada de debatir propuestas que aceleren la recuperación de España tras la crisis del coronavirus, porque  Francisco Javier López Álvarez   desde que entró en política ha ejercido como el mejor mamporrero del grupo socialista  para sentarse en cualquier sillón desde el que destrozar el mínimo intento de consenso, y en este momento es especialmente útil para un gobierno que tiene como vicepresidente con aspiraciones a sustituir al titular del ejecutivo,  a un personaje que da  a la perfección el doble  perfil de matón de barrio y chulo putas.

El trabajo  de Francisco Javier López Alvarez siempre  ha consistido en cumplir con lo que le mande el jefe y lo hace bien porque los mediocres son buenos odiadores. En cambio el otro es un parvenu que aún no ha aprendido que para moverse en el estatus social y cultural de la élite no basta con tener un chalé, una piscina, varios guardias civiles en la puerta de su casa y un par de sueldos del Estado que suman trece mil euros al mes.

También se precisa un cierto estilo en el lenguaje, el vestir y la higiene,  y  asumir que las instituciones  deben  ser representarlas con dignidad, pero eso no es posible cuando el odio supera a la inteligencia, el sectarismo nubla la razón y la chulería barriobajera va en el ADN.

A este señor no se le cae de la boca en los últimos días que los partidos de la oposición, algunos medios de comunicación e incluso alguna institución  quieren dar un golpe de estado, cuando el único que a través de sus propias declaraciones quiere subvertir el orden constitucional es él.

 A nadie que conozca la trayectoria pública y en ocasiones clandestina del personaje,  con la que ha sembrado  en Internet la videoteca de los últimos años, le puede pillar por sorpresa su vocación liberticida y golpista. Sin embargo  el Partido Socialista de la Transición política siempre ha sido constitucionalista y leal al orden establecido.

Lo que no se entiende – o tal vez sí-  es por qué en un momento crítico como el actual se elige al indocumentado Francisco Javier Lopez Álvarez para que presida y haga de árbitro de una comisión tan importante en la que en vez de moderar y propiciar un consenso protege los excesos verbales del vicepresidente que llama golpista a un diputado, no ampara al ofendido y permite que el macarra con cargo le diga al afectado que cierre al salir la puerta de la sala congresual.

Diego Armario