
SUENA EL SILENCIO
No estamos acostumbrados a las calles vacías de coches y de personas, a las bocinas sordas, a los gritos que no se dan, a los niños que no corren y a los viejos que ya no pasean.
Solo los perros están autorizados a sacar a pasear a sus dueños durante unos breves minutos porque, salvo los taxistas, conductores de autobuses sin clientes y camioneros con mercancías; los médicos y enfermeros, los policías y militares, y quienes trabajan dando servicios fundamentales a la sociedad, nadie más puede ni debe patear el asfalto ni sentarse en los bancos de los jardines.
Algunos están empezando a conocer cómo suena el silencio y ésa es una sensación nueva para muchas mujeres y hombres, y sobre todo para los pequeños de la casa, que ahora juegan con sus padres y hermanos pero no con sus habituales amigos y compañeros de colegio. Es una experiencia nueva para los que solo callan cuando duermen o están afónicos, y no están entrenados para una situación que les resulta anómala.
En momentos tan dramáticos como los que vivimos dudo de la sabiduría del refrán que dice “No hay mal que por bien no venga”, porque se están produciendo desgracias irreparables tapadas por el silencio y la soledad de quienes no tienen quién les eche cuenta. Solo escuchan las voces de los médicos y los dirigentes políticos, de los periodistas y los expertos, de los policías y todos quienes tienen algo que decir para el interés general de los ciudadanos y luego… otra vez el silencio
El sonido de la voz humana, de alguien que te mira a los ojos mientras te habla, no es sustituible por las voces escritas de los que no callan ni cesan en escribir lo que les viene en gana, porque necesitan desahogarse y utilizar como un saco de boxeo a alguien a quien no soportan.
Es bueno descubrir las sensaciones que el silencio nos regala en estos tiempos porque cuando apagamos la televisión o desconectamos la radio nos llega el eco de nuestros pensamientos y entre ellos resuenan los de nuestras preocupaciones y ausencias, entre las que está el maldito Covid -19 que retumba en nuestra mente mientras buscamos una respuesta.
Sin embargo además de mirarnos el ombligo deberíamos hacer dos cosas más: levantar la cabeza para mirar a quienes no tienen con quien hablar y romper ese silencio llamándoles por teléfono.
Diego Armario