
SUSTO O MUERTE
No existe vacuna para la enfermedad ni tampoco respuesta para el desastre, y tal vez por esa ausencia de razones comprobables pululan como hormigas los profetas. Yo escucho con atención a la gente que piensa e intento aislarme del griterío de los charlatanes que jamás citan una fuente creíble y de prestigio en las dos grandes áreas que nos ocupan: la salud y la economía.
Por eso vengo sosteniendo que merece la pena leer y escuchar a profesionales de la medicina, la ciencia, la filosofía y la economía para hacer una síntesis de las reflexiones que nos aportan, porque esta situación de desequilibrio global no se puede resolver ignorando ninguna de estas cuatro áreas del saber y de la vida .
No podemos aceptar como la única posible , la disyuntiva que se está planteando por parte de las autoridades sanitarias y políticas en casi todos los países del mundo, porque eso significaría darnos por derrotados sin luchar y conformarnos con que no existe otro destino distinto a la ruina o muerte.
Hasta ahora nuestra sociedad solo ha echado mano de los valientes que luchan en los hospitales o en las calles contra esta pandemia mientras que el resto de los ciudadanos permanecemos en nuestras casas. Hemos hecho lo correcto pero posiblemente tenemos que hacer algo más, aunque conlleve un riesgo, ante el que hay que protegerse.
Es el momento de que la propia sociedad civil colabore en evitar que se derrumbe una de las dos patas del banco que nos sostiene a los nombres, mujeres, niños y viejos que poblamos el planeta. La enfermedad es horrible, pero la pobreza, el desamparo y la desesperación de la gente que no vislumbra ningún futuro, también lo es.
No sé si alguien está pensando en alguna solución frente al inmovilismo paciente y resignado que nos imponen, pero es necesario que una parte de la sociedad – además de quienes desde el primer día están jugándose la vida – haga algo por evitar que nuestros países acaben empobrecidos y desolados.
Nos hemos portado muy bien – casi todos- durante la fase que llevaba por título “ No hable, no piense, no proteste, no haga nada, quédese en casa y acabará domesticado”, pero además de contar “de aquella manera” los muertos y lo contagiados, hay que empezar a contar la recuperación paulatina de la actividad laboral y económica.
No conozco ninguna fórmula aunque intuyo que la solución no puede ser permanecer encerrados hasta que se vaya el bicho o alguien consigo matarlo. Un lumbrera al que no citaré para no darle una alegría a nadie, lamentaba hace unos días que pertenezcamos a la zona euro porque “si tuviésemos moneda propia podríamos fabricar billetes y darle una paga digna y razonable a todos los españoles que lo necesiten”.
Estoy persuadido de que más pronto que tarde y con toda la prudencia pero también con valentía y decisión habrá que hacer algo, porque entre el susto y la muerte siempre gana la de la guadaña.
Diego Armario