Están ahí, agazapados, a la espera de dar el salto a la yugular de la democracia. Unos se visten con el Pakul de lana en Afganistán, con uniforme verde oliva o boina negra y la estrella roja, con el turbante azul en los desiertos donde el fanatismo convive con el tráfico de drogas y personas, con un sombrero de paja en Perú, o la cabeza descubierta en los países del narcotrafico gubernamental de los Estados fallidos.

La gente que puede, huye ante el silencio atronador de los políticos más indecentes del universo que son los que simpatizan con la ideología de partido y justifican como mal menor la muerte de los que no quieren ser esclavos y se sienten traicionados por los que prometieron defenderles.

Muchos políticos callan como barraganas porque se sienten conformes con la persecución del disidente, del que quiere pensar por sí mismo y del que no se somete a su dictadura ideológica . El drama afgano es una historia recurrente sin esperanza ni fin y un espejo que devuelve una imagen más desoladora que la que proyectan otros estados fallidos en los que la persecución y eliminación del disidente es el nexo filosófico de unión entre dictaduras.

Repugnan, pero no sorprenden, esos silencios selectivos que son la seña de identidad ideológica de quienes militan en la obediencia a la consigna de partido y se muerden la lengua porque más les vale conservar el cargo con sueldo que la carga de conciencia sin premio.

La libertad tiene muchos adeptos, algunos enemigos y pocos defensores en los paises en los que está teóricamente defendida por las leyes

En cambio en las dictaduras la libertad es un bien preciado que se practica en la clandestinidad, asumiendo riesgos y con escasa esperanza de éxito. El día que se descubra una vacuna contra los hijos de puta, la democracia se consolidará en los paises donde está en riesgo y llegará allá donde hoy es un bien desconocido.

Diego Armario