Si estoy loco de remate,
no es cosa que a mí me inquiete
para que el sueño me quite
y de cansancio me agote.

Tampoco es que yo disfrute
con ello o que no me inmute,
cual si fuera un pasmarote
si algún tipo se permite,
que mi locura delate.

Mas como yo me percate,
de que alguno me etiquete
con un mote que me irrite,
le daré con mi garrote,
hasta que golpes compute
doscientos y le refute,
su idea con tanto azote.

Y me da igual lo que grite,
pues quien a mí me acomete
se enfrenta a un duro combate.

Y es que practico karate,
desde el año ochenta y siete,
el que conmigo compite,
se arriesga a que lo derrote
después de darle un buen tute.

Y si alguno lo discute
hará que de ira explote
y con él me extralimite
como destripo a un juguete
con la furia de mi embate.

Así que no hay más orate
que el que al más fuerte arremete
sin que le importe un ardite,
porque se cree un machote
de tanto alcohol que deglute.

Y el que lo expuesto confute
que se busque un sacerdote,
que una oración le recite,
porque yo en un periquete,
lo aplasto como a un tomate.

Alberto González ( El Correo de España )