Admitámoslo: no hemos dado al turismo el rango y la importancia que tiene. Lo atribuyo a considerarlo un «servicio» indigno de señores. Una injusticia y una necedad.

Piensen que en 2018 significó el 12,3 % del PIB español, o 148.000 millones de euros y el 13% de los puestos de trabajo, por encima de la industria y la construcción, a lo que hay que añadir su arrastre en el resto de la actividad económica, pues el turista, especialmente extranjero, no se queda en su habitación de hotel, sino que sale, come, cena, entra en bares, comercios, espectáculos, consume durante el día y buena parte de la noche, constituyendo el principal motor económico de los centros turísticos, como los dos archipiélagos y la franja mediterránea, desde Cádiz a la Costa Brava.

Lo malo es que ese maná, a diferencia del que mantuvo a los israelitas en la travesía del Sinaí, no cae del cielo, sino que se lo han ganado los empresarios locales a base de buen trabajo, está arrojando cifras alarmantes. En Baleares, uno de los centros citados, llegaron en julio 2,1 millones de turistas extranjeros frente a los 10 millones del año pasado.

Un descenso igual o superior se nota en el resto de los resort vacacionales. Sólo el interior de la Península aguanta gracias a los turistas nacionales, que este año, por precaución, han elegido no ir demasiado lejos. Pero según la patronal de hostelería, en este ejercicio cerrarán 65.000 bares y restaurantes, siendo ya 40.000 los que se han visto obligados a hacerlo por una razón tan ruda como «mantenerlos abiertos les costaba más».

El tiro de gracia puede ser el cierre de bares de copas, discotecas y otros lugares de ocio nocturno, donde resulta muy difícil por no decir imposible mantener las normas sanitarias, como ha ocurrido en Madrid, aunque un juez ha revocado la orden.

En cualquier caso, el 60% de ellos no han abierto. Y todos piden lo que otras empresas acogotadas por el virus: ayudas, subsidios, subvenciones. Porque del turismo nadie se había acordado, excepto para pagar IVA, impuestos y nóminas.

Pero este verano se da ya por perdido y la recuperación esperada en el otoño se aleja, dados los brotes de virus que surgen por todas partes. «En vez de reservas, dice un hotelero, lo que llega son cancelaciones». El Gobierno, empeñado hasta las cejas, espera atender a todos con los 140.000 millones de ayudas europeas. Pero empezarán a llegar la primavera próxima y ¿aguantarán hasta entonces?

Aparte de que el propio Banco de España ha dicho que, incluso ayudándoles, muchos no sobrevivirán, y ¿vale la pena invertir dinero en ellos? Porque ese fondo está pensado como «de recuperación», no de mera supervivencia. Y si Europa piensa solucionar esta crisis financiando el paro, sólo obtendrá más paro, lo único que saben crear los «progresistas».

¿Dónde fue el dinero -«para quemar una vaca», dijo la madre de uno de ellos- de los ERE andaluces?

José María Carrascal ( ABC )