Antonio Gala sigue vivo deseando su propia muerte a los noventa y dos años recién cumplidos y hoy llora desconsolado la muerte de su amigo Jesús Quintero que ayer falleció mientras dormía.

Se llevaban diez años, se querían como hermanos, se trataban como cómplices y se respetaban como iguales, porque ambos eran poetas, aunque uno lo hacía desde el Olimpo de los grandes y el otro desde el micrófono de los únicos.

Hoy escribo sobre el gaditano de Ubique que se ha ido en silencio porque ya había pronunciado todas las palabras que un hombre singular puede decir a lo largo de su vida en las más de cinco mil entrevistas que hizo y al escribir sobre su él y su mundo voy a utilizar las que dijo en sus parlamentos mirando a cámara donde vaciaba su alma de hombre libre.

Jesús Quintero hablaba solo y escuchaba acompañado de sus oyentes a los que nunca conoció, aunque le fueron fieles toda la vida al otro lado de la radio…o la caja tonta. Se sabía distinto en un mundo y una profesión en la que la verdad son las apariencias, los abrazos son como los duros de corcho, la lealtad es caduca, y   los elogios están hechos para los incautos.

Su primer gran acierto fue saber elegir su propio nombre porque solo un loco solitario en la cima de una colina puede ver el horizonte y observar a los caminantes antes de que lleguen con la intención de mentirle. Por eso le gustaba entrevistar a los grandes, aunque a veces fueran pequeños, y a los que no tenían significancia porque podía convertirlos en grandes.

El día que Jesús Quintero se confesó haciéndose preguntas en su programa, dijo que le habría gustado tener la voz de Orson Welles, que en su memoria persistía el olor de la colonia de una chica del barrio de la perdición, que YO y NO son las dos palabras más importantes del diccionario, que la infinidad de la nada es el silencio, que hacer pensar hoy en día es una agresión y que, si uno viene a este mundo para morir, la vida no tiene sentid, aunque para él si lo tuvo

No se casaba con nadie ni se mordía la lengua. Un día de no hace mucho tiempo, participó en un debate público sobre el ayer y el hoy de la radio con el viejo Sánchez Dragó y el joven Carlos Alsina, y desparramó su ira razonable sobre la insustancialidad de lo que hoy se hace en la radio y la televisión y lo que se hacía cuando él hablaba y escuchaba desde la Colina. “Hacer pensar hoy es una agresión”

Jesús Quintero Tenía principios y por eso fue un rebelde

Diego rmario