UN OBSESO FRENTE A SU MASAJISTA…

Pedro Sánchez me lo pone a huevo, y mira que yo me resisto a seguir comentando sus tics patológicos, pero no me da tregua y me veo obligado a comentar sus pensamientos líquidos cada vez que hace declaraciones a la prensa.

Lo penúltimo que ha dicho – porque es muy posible que a estas horas se  haya superado- es que está muy triste por lo que le pasó en el Hospital público Sant Pau, cuando fue abucheado  después de  haber  estado con uno de los policías heridos durante las manifestaciones de los CDR en Barcelona.

“No me recibió ni la dirección del Hospital público. Sentí vergüenza y tristeza de que unos funcionarios públicos no fueran capaces de recibir al presidente del Gobierno con las condiciones y el respeto que se merece”

Esas declaraciones se las hizo al gesticulador  de la Sexta que siempre va de luto,  Antonio Ferreras,  que no se inmutó ante tamaño drama personal del provisional de la Moncloa,  y no fue capaz de decirle que si no sintió más tristeza por los policías heridos que estaban allí hospitalizados después de haber cumplido con su deber de proteger a los ciudadanos pacíficos de Barcelona contra la violencia de los degenerados miembros de los CDR.

La imagen de  Sánchez y Ferreras sentados, uno frente a otro,  merece un pie de foto que diga ” Un obseso frente a su masajista”.

Más de una vez he pensado que Sánchez de pequeño se orinaba en la cama y si no fuera porque los psicólogos están obligados al secreto profesional, el que le atendió de chaval podría  escribir una tesis de verdad sobre su caso.

He contado en más de una ocasión que cursé cuatro años de psicología en la Complutense,  pero no acabé la carrera porque me dediqué a un oficio de más relumbrón en el que tuve  como compañeros a gente con criterio, decencia y compromiso pero también a gañanes iletrados, chupópteros y lame escrotos de los poderosos, que es ésta una especie que triunfa en estos tiempos de casquería política e intelectual.

No es decente que mientras cientos de policías y mossos  d’esquadra todas las noches se baten el cobre en Barcelona, y arriesgan su integridad física e incluso sus vidas por proteger a los ciudadanos pacíficos de la morralla violenta independentista, el presidente de gobierno y su periodista de cabecera les ignoren, y solo se preocupen del estado de ánimo de un obseso.

Diego Armario