
A Juan Barranco que fue concejal del Psoe con Enrique Tierno Galván, le llamaban “Juanito precipicio”. Dicen que el mote se lo puso el viejo profesor porque al parecer el joven socialista era bastante osado.
Pero ha tenido que llegar “un tal ivan” a uno de los puestos mejor pagados del organigrama de la Moncloa para que en sede parlamentario y con amenazas veladas contra un diputado de la oposición le advertía que “lo tenía monitorizado”, es decir vigilado, lo cual es de una gravedad tal que no alcanzo a comprender cómo el aludido no reaccionó pidiendo amparo ante un intruso elegido a dedo.
Pero no fue ese el único exceso que exhibió en su comparecencia, porque “el tal, Iván”, al declararle amor eterno a “un tal Sánchez” dijo sin avergonzarse que “Si el presidente le pedía que se tirase por un barranco, se tiraba”.
Hay que tenerse demasiado poco respeto a sí mismo para afirmar que, con razón o sin ella, hará lo que le pida su jefe, sobre todo sabiendo que al que le nombró no le importaría designar cónsul a su caballo, y luego abandonarlo en un páramo, porque son tal para cual, los dos se han emborrachado de poder y sienten un desprecio sin límites por sus propias huestes a las que observan con la mirada del cabo furriel.
Cuando “el tal Iván” iba a las tertulias de las televisiones, con menos pelo pero idénticas ínfulas, parecía un comentarista deportivo que analiza las posibilidades de un equipo antes del partido , que es una forma de jugar a la güija sin asumir responsabilidades, pero esta vez se ha encontrado con un cliente que no le pide resultados electorales sino fórmulas para mantenerse en el poder a cualquier precio, y eso le ha llevado a convertirse en “un tal Iván” consciente de que mientras dure el viaje que hacen juntos amasarán privilegios y fortuna, aunque sabe que más dura será la caída.
Se le ha olvidado que la discreción y saber mantenerse en un segundo y discreto plano son dos cualidades necesarias para un asesor de imagen y estrategias, pero se ha contagiado del efecto Sánchez y convertido en un osado lenguaraz, exhibicionista del poder y el lujo oficial que, en su ansia por agradar a su amo, está cometiendo errores que podrían volverse contra él porque carece de inmunidad parlamentaria.
Ese día no se arrojará al precipicio porque solo valientes cumplen sus promesas.
Diego Armario