
VA A ARDER EL MONARIO
Ciudadanos y UPyD se presentan juntos a las elecciones. A veces parece que una se ha quedado roque como Charlton Heston en «El planeta de los simios» y ha aparecido en otro mundo. Uno que es el mismo pero cambiado. Siendo Rosa Díez la chica de la nave que no se despierta. «Sumamos fuerzas», dice Rivera. Sumar debilidades también cuenta. Y es mucho más bonito.
Aunque en esto de las sumas, la frase es la de Enrique López, antes juez, ahora político, luego quizá saltimbanqui. El hombre cree más «en los políticos que suman que en los que exhuman». Tómate algo. Pero oye, que sólo falta el helicóptero. Parece que es una de las opciones para trasladar a Franco. Como en «Supervivientes».
Que no pare la fiesta. Tampoco es extraño que Díaz Ayuso se preguntara qué sería lo siguiente (aunque lo hiciera en su forma de lorito). Lástima que Díaz Ayuso no sea de Murcia porque podría haber temido que ardiera el monario (también puede temblar el monario). Ni Jaime Campmany tenía claro cuál era el origen de la expresión y pidió ayuda a Luis Ignacio Parada, que lo recordó cuando murió. La frase se utiliza para cualquier cosa.
«Te voy a hacer un arroz que va a arder el monario». «Me voy a coger una cogorza que va a arder el monario». No hace falta que sea algo importante. Es una locución frecuente y lo más probable es que monario venga de monasterio (no Rocío). Según López Almagro, en el sentido de algo asentado muy sólidamente. Podría ser el monasterio de los Jerónimos (el de la huerta, no el señorito de Madrid). Ya subidos en la escoba de la vehemencia, yo también habría alertado de que vienen las gordas rojas.
Si no entiendo esta alianza de Ciudadanos y UPyD, menos entiendo las columnas de Cecil B. DeMille que Vox puso en Vistalegre si no eran para hacer un «Sansón y Dalila». Es verdad que estaban un poco separadas. Pero yo esperaba a Abascal parándose en medio de las dos columnas del templo de Dagón y echando abajo el tinglado de los filisteos como traca final.
Otra perplejidad pasada ha vuelto a la actualidad con la visita de Asia Argento a Sitges para recoger el Premio Meliès del Festival Internacional de Cine Fantástico. Una de las principales denunciantes de Harvey Weinstein e impulsora del movimiento MeToo se metió en un lío por haberse acostado con un menor al que pagó para ocultar una acusación de abuso sexual. Cuando el tipo tenía 17 años.
Ella pagó, pero también contó que se le echó encima con las hormonas desatadas, que eyaculó sobre ella y se quedó paralizada, que le dijo que era «un trofeo de caza». Él 17, ella 37. Según el muchacho, Asia lo empujó a la cama en un hotel. Siempre he caído en el prejuicio del joven heterosexual de 17 años con una tía buena. Encantado. En el prejuicio de que no hay tragedia alguna.
En esa obsesión sexual de los 17 años coagulada como bechamel. Y ella cae en desgracia por una experiencia que envidiaría la mayoría de chicos de 17 años. Le cayó la igualdad como un piano de cola desde un quinto piso. ¿Pero qué igualdad? No me extraña que a la hija de Darío Argento le dé más miedo la vida real que una película de terror. «Mi padre hacía terror estéticamente bonito, pero el mundo es realmente feo».
Que sólo le ha faltado cantar «Il venait d’avoir 18», la canción más triste de la historia (muy a la par con «L’appuntamento» de Ornella Vanoni), aunque Dalila la cantara riéndose. Lo más gracioso es que eso que parecía una señora mayor tenía 34 años. «J’avais oublié que j’avais deux foix dix-huit ans». El chico nunca le diría «quita tus sucias manos de mí, mona asquerosa».
Rosa Belmonte ( ABC )