De nuevo hemos vuelto a las andadas y lo de ayer de Valencia lo demuestra. Unos tipejos del llamado partido marxista-leninista, con la aquiescencia, cómo no, de socialistas, comunistas, separatistas y la marca blanca de la malvada podemia, se atrevieron a colgar en la fachada principal del Ayuntamiento valenciano, ese mismo al que se asoma la Fallera Mayor para dar permiso para el inicio de la quema de la falla josefina, una imagen del genocida más repugnante de la historia de la humanidad: el criminal asesino Stalin.

Esta imagen nos devuelve a los recuerdos aquellas otras, tantas veces visionadas, en las que los arcos de la madrileña Puerta de Alcalá aparecían cubiertos por los rostros de tipos tan deleznables como Marx, Lenin o Stalin. Eran tiempos, no hay que olvidarlo, en los que aquellos patibularios y patibularias del frente popular, gritaban aquello de ¡viva Rusia!, ¡muera España!

Los mismos tiempos en los que, esa misma caterva de miserables, se atrevió, en un desprecio total hacía las víctimas de aquella masacre, a renombrar la calle Mayor de Madrid con el del asesino anarquista Mateo Morral, causante de veintiocho muertos y un centenar de heridos, todos ellos del pueblo liso y llano, en el atentado que cometió el 31 de mayo de 1906, con motivo de la boda real de D. Alfonso XIII con Dña. Victoria Eugenia.

Supongo que el pueblo de Valencia, al igual que sucedería en la mayor parte de las ciudades y pueblos de una España acobardada y amedrantada por el miedo inoculado por la “plandemia” del virus chino, nadie habrá salido a la calle a protestar aunque solo fuese para recordar a los millones de víctimas que, a lo largo de la historia, causó el comunismo asesino en todo el mundo.

Ayer, era el día en que se recordaba, en toda Europa a las víctimas del comunismo y del nacional socialismo y, sin embargo, se permitió a estos indeseables hacer apología, de forma impune, de un miserable asesino, el comunista Stalin, que, afortunadamente, a estas alturas seguirá quemándose, para toda la eternidad, en las calderas del infierno.

Si ya esa ley bastarda de “memoria democrática” estaba desposeída, desde sus orígenes, de toda fuerza moral toda vez que tan solo pretende poner en solfa los errores y desmanes cometidos por una de las partes, dejando que los patibularios de las “chekas”, los “matacuras” y los doctorados en el criminal “paseo”, se vayan de rositas por ser parte de los partidos que este gobierno representa, ahora, permitiendo que, en un edificio público, se haga apología a un tipo sanguinario y criminal como Stalin, se han hecho cómplices de ellos.

Es intolerable que se pretenda perseguir a quienes condujeron a España a las más altas cotas de progreso, a los que rescataron a nuestra Patria de su atraso secular, a los mismos que, con generosidad, contribuyeron, más que nadie, a la venida de la democracia y, sin embargo, se permita que unos descerebrados hagan apología del régimen más criminal y asesino que ha dado la historia de la humanidad: el comunista.

Un régimen totalitario que ha tenido, bajo su bota, durante años a más de la mitad de Europa y que todavía, a día de hoy, sigue presente en países como China, Cuba, Venezuela, Perú, Corea del Norte, etc., coartando derechos y libertades de los ciudadanos que viven en un permanente Estado policial, subyugados por un poder absoluto que no les permite disentir, ni tan siquiera opinar, lo mismo que le gustaría para España a esta miserable podemía que está en el gobierno y que, en esos países, cuentan con sus mejores aliados.

Esperemos que actúe la justicia y se proceda a detener a los autores de este desafuero y se exijan responsabilidades políticas a esa partida de mentecatos ignorantes que dirigen el Ayuntamiento de Valencia que lo han permitido por acción u omisión.

Menos mal que, como contrapunto, la justicia ha fallado en Madrid para que se reponga el nombre de la calle de José Millán Astray, fundador de La Legión, algo que debería suceder igualmente en La Coruña, donde a instancias de esa izquierda perversa y malvada, a cuya cabeza se encuentran siniestros personajes que viven muy bien a cuenta del erario, con la aquiescencia, claro está, de partido socialista, le retiraron el nombre de una plaza, el monumento que se encontraba en ella, propiedad de todos los coruñeses, y el título de Hijo predilecto de la ciudad que lo vio nacer: La Coruña. Esperemos que algún día se haga justicia.

Para terminar, al pueblo de Valencia se le debía caer la cara de vergüenza por permitir que la fachada de su hermoso Ayuntamiento se haya visto ensuciada con la imagen de un asesino genocida como Stalin.

Eugenio Fernández Barallobre ( El Correo de España )