VOLVER A SER LIBRES

En esta etapa de anormalidad mientras las televisiones  y los medios de comunicación nos conducen a  aceptar como válida una visión tergiversada de la realidad que vivimos, estamos desaprendiendo muchas cosas  y pienso que no somos conscientes de todo lo que podemos perdernos .

A mí personalmente  me empieza a rechinar la naturalidad con la que  asumimos que la excepción se convierta en la regla de nuestras vidas, porque esa actitud de brazos caídos está siendo demoledora para  el presente y el futuro de nuestra democracia.

El miedo a enfermar  o a morir está cegando nuestra inteligencia y nos estamos convirtiendo en una sociedad  muy obediente hasta en la cama,  porque hay demasiada gente que empieza a creer que  “este país necesita palo largo y mano dura para evitar lo peor”, que cantaba Jarcha,  y ni es así ni debemos consentirlo, porque el poder es insaciable y antidemocrático por naturaleza,  y solo acepta ser controlado por la sociedad cuando no tiene más remedio.

Estamos aceptando la figura de la nueva policía de barrio en la que se están convirtiendo algunos vecinos que denuncian a gritos desde sus balcones a un hombre o a una mujer que incumpliendo la  norma de confinamiento  ha salido a la calle a correr, y aplauden a los agentes uniformados incluso cuando lo reducen con violencia.

 En estos casos el poder se frota las manos  y se prepara para restringir aún más nuestras libertades a tenor del éxito que tiene la dejación de derechos que estamos aceptando.

Si seguimos así cuando podamos salir a la calle y empecemos a vivir una vida  distinta a la que vivíamos, aunque deberá tender a ser lo más normal posible, algunos estarán domesticados y serán ciudadanos más débiles frente a los abusos del poder.

Necesitamos una rehabilitación democrática que nos devuelva el necesario sentido crítico frente a los gobiernos, y el protagonismo como ciudadanos que mediante sus votos los  ponen y los quitan.

Es necesario que desde la moderación y la inteligencia recuperemos el papel de dueños de nuestros destinos, algo que es perfectamente compatible con la aceptación responsable de las recomendaciones sanitarias que exige este periodo en aras del bien común.

Pero no es de recibo que la sociedad se convierta en sumisa y los periodistas acepten sin protestar, denunciar o resistirse, que el Presidente del gobierno eluda responder algunas preguntas que se le hacen en rueda de prensa sobre la situación actual, porque ellos  – al menos los que no han perdido la dignidad – representan  aun más estos días a los ciudadanos confinados que quieren saber y no obtienen respuesta.

Necesitamos una rehabilitación  porque el miedo  genera cobardes, envalentona al poder y pone en riesgo nuestros derechos.

 Si confundimos confinamiento con silencio, acabaremos domesticados y seremos más débiles

Diego Armario