¿Y por qué tanto «Jaque»? se preguntará el lector. Sencillamente porque he sido y sigo siendo un apasionado del ajedrez y lo veo todo como una gran partida de ajedrez. La vida misma, desde mi óptica, en el fondo sólo es una partida de ajedrez.

Y ello porque creo que no hay otro juego más completo, más racional ni más «desarrollador» de las facultades intelectuales de la persona (no me extraña que en Rusia sea una asignatura obligada).

Los que juegan al ajedrez saben que tienen que aprender táctica y estrategia, que tienen que aprender a defender y a atacar, a engañar sin miramientos o intuir con tiempo lo que va a hacer el adversario, a no perder a lo tonto ninguna pieza, a tener paciencia y meditar cada jugada, a no cometer errores, a enrocarse o no y en el momento más oportuno… y tienen que conocer a fondo el valor de los peones (a veces un simple peón gana la partida), el de los caballos, el de los alfiles, el de las torres, el de la Reina y sobre todo tienen que saber cubrir y defender a su Rey, porque la partida se pierde cuando el enemigo acorrala al Rey y le deja sin escapatoria. ¡Es un «Jaque mate»!

Pero, antes de llegar al «Jaque mate» puede haber otros jaques. O sea, cuando se amenaza al Rey y se le pone en aprietos, aunque con salidas posibles, bien cubriéndose o bien cambiando su posición en el tablero. Estos jaques son, naturalmente, un peligro, pero no son la muerte o el final por abandono.

Por eso entendí que aquel «23-F» había sido un verdadero «Jaque al Rey«. Entonces los sublevados no querían cargarse al Rey ni acabar con La Monarquía… sin embargo, quedó claro que pusieron al Rey en una situación preocupante y casi-casi al borde del «Jaque mate». Afortunadamente, el jugador de las blancas (no hay que olvidar que detrás de las piezas hay siempre un jugador) reaccionó con frialdad y astucia y salvó el peligro.

Quizás porque en el ajedrez siempre hay posibilidades de recuperar lo perdido y hasta contraatacar, como en las batallas militares (en Marengo Napoleón tenía la batalla perdida a las dos de la tarde y a las seis aplastó a los austriacos). Al menos, yo nunca he dado por perdida una partida sin que me den «Jaque mate» y siempre que juego pienso que lo mismo que yo he cometido fallos también los puede cometer el contrario hasta en el último momento.

Ahora me ratifico en mi «Jaque a España». ¿Por qué? Por lo mismo. Porque creo y estoy convencido que desde 1978 los partidos políticos traen en jaque permanente a España (aunque haya habido remansos en el curso del río).

Entonces el Presidente Suárez, ensoberbecido de Poder, no quiso ver que estaba jugando con fuego y sin meditar nada (A Don Adolfo no le iba mucho eso de meditar) y llevó a España, y a la Monarquía, y a la Democracia, al golpe de aquel 23 de febrero de 1981.

Hoy otro Presidente, el Señor Sánchez (olvidando experiencias y peligros) vuelve a jugar con fuego y sin meditar las consecuencias futuras inevitables se lanza -y encima con entusiasmo- al pacto inconstitucional con los independentistas catalanes y vascos y a eso que él llama la «Nación de Naciones» en Euskadi, con autodeterminación e independencia de telón de fondo.

Si Suárez quiso y sirvió el «café para todos», Sánchez está ya sirviendo en bandeja el Estado de las Naciones o la Confederación de Estados Ibéricos.

O sea, otro «Jaque a España» y esta vez más peligroso. Porque ahora lo que se pone en juego es la propia existencia de España como Nación. Cierto que todavía no es un «Jaque mate», pero el Rey ya tiene pocas salidas y escasas defensas. ¿Es, por tanto, la hora del enroque? Eso nunca se sabe, porque el que se enroca a veces pierde la partida en un rincón y tumbado en el tablero por abandono. Sí, yo creo que esta vez el ¡Jaque a España! va a ser un ¡Jaque mate!… Y que no me digan que soy pesimista, porque seré tonto pero no ciego.

PD: Y tal como van las cosas en la España actual y los pasos que está dando el presidente Sánchez no habrá más remedio que escribir un «Jaque a Cataluña», un «Jaque a Euskadi» y hasta un «Jaque a Andalucía». Porque está claro que el camino emprendido por el Rey Eteocles sólo conduce a la autodeterminación y posible independencia de esas regiones o en consecuencia a la formación de un «Estado Federal de los Pueblos Ibéricos» (vieja ambición de los nacionalismos radicales). O sea, que el «Jaque a España» del que hablé hace algún tiempo en un libro es una realidad y que en un próximo futuro España, la vieja España, será otra cosa. Ni buena ni mala, pero otra cosa. Y la Monarquía también tendrá que ser otras cosas. ¡Porvenir incierto! Entonces habrá que escribir el «Jaque mate» definitivo.

Julio Merino ( El Correo de España )