José Luis Rodríguez Zapatero ha decidido echarle una mano a Sánchez y es posible que ese gesto sea una señal de esperanza porque no hay síntoma más preocupante que una persona ociosa,  acostumbrada a crear problemas se postule para resolver un conflicto. Su sonrisa congelada en un rictus es la imagen de su inanidad, pero ahí sigue en el único escenario en el que puede hacer algo acorde con sus cualidades.

Zapatero – al que Carlos Herrera llamaba Rodríguez para situarlo en el grupo de los hombres grises – durante su mandato hizo tres cosas buenas  ( la  creación de la Unidad Militar de Emergencias, la ley der matrimonio  homosexual y la ley antitabaco ), pronuncio dos frases que pretendía que sonasen a poesía , como aquella en la que dijo que  “la tierra no es de nadie salvo del viento”, y el resto del tiempo lo dedicó a dividir a los españoles entre los buenos , que eran los que le votaban ,y los fachas que  éramos el resto.

Sus ridículos internacionales, su soledad en los Consejos europeos en los que daba cabezadas de sueño, su desprecio a la bandera de los Estado Unidos el día que permaneció sentado a su paso por la tribuna en el desfile de las fuerzas armadas en Madrid, su promesa a Pascual Maragall de que aceptaría la reforma del estatuto de Cataluña que le propusiesen sin modificar una coma y su declaración de que el jefe de ETA Arnaldo Otegui era un hombre de paz, jalonaron la hemeroteca de sus despropósitos.

Consiguió sentar las bases para demoler al Psoe y al dejar la presidencia del gobierno decidió mediar en favor del dictador venezolano Nicolás Maduro, porque ZP siempre ha tenido querencia a derrapar hacia el lado oscuro de la historia.  

Su sonrisa vacua le define como a todos los hijos de un Dios menor que acaban siendo extraños accidentes de consecuencias imprevisibles, porque va por la vida como un zombi con el que ningún dirigente internacional serio tiene ni siquiera una breve conversación. Su ámbito de relación política en la que se siente como pez en el agua es el espacio en el que chapotean los personajes menos fiables.

Ahora que la pandemia y otras circunstancias limitan sus viajes al Caribe venezolano, ha decidido echarle una mano a su sucesor, un tal Sánchez, que le supera en conocimiento de idiomas, en ausencia de principios y ambición, y no es un mal síntoma porque con razón o sin ella ,ZP se ganó la fama de gafe.

Diego Armario