España arde, literal y metafóricamente. Arde en incendios forestales, arde en la España Vaciada que se vacía cada vez más, y arde en la paciencia de millones de ciudadanos que ven cómo de los más de 300.000 millones de euros en impuestos que se recaudan cada año, apenas se destina un céntimo a aquello que realmente hace falta. El resto se evapora entre caprichos electorales, parches de urgencia y fotos de campaña.
Y en medio del humo (de los bosques y del político), llega el presidente con su última genialidad: “un gran pacto de Estado”. La pregunta no es qué propone, sino con quién piensa hacerlo.
¿Con el fugado de Waterloo, que lleva más poder desde Bélgica que muchos ministros en la Moncloa? ¿Con los vascos, expertos en el arte de la “solidaridad selectiva”, que siempre acaba en caja propia? ¿Con el PP, con quien es incapaz de mantener ni una llamada de cortesía? ¿Con Podemos, que sobrevive a base de titulares de nostalgia revolucionaria?
La verdad es que quizá el pacto más realista sería con “Tu cara me suena”, porque lo de la política española hace tiempo que se convirtió en un talent show de imitaciones, postureo mediático y promesas de playback. Allí al menos se ensaya, se canta, se intenta mejorar. Aquí, en cambio, se desafina a diario con un guion que ya ni entretiene.
Mientras tanto, los ciudadanos, esos que financian la función con impuestos de récord, seguimos de público forzoso en este teatro del absurdo. Un país que se quema por los cuatro costados mientras nos distraen con pactos imposibles, selfies de propaganda y un continuo “más difícil todavía” digno de circo barato.
Salva Cerezo