La cronología de la infamia perpetrada por Sánchez estas dos semanas infernales de fuego y destrucción desatadas dejan una diáfana conclusión para quienes no están abducidos y convertidos ya en secta político-caudillista: este tipo solo es presidente del Gobierno de España para venderla a cachos y poder seguir durmiendo en Moncloa y vacacionar en la Mareta como un emir, pero que deja de serlo en cuanto llega la calamidad.
Entonces abjura de su deber de socorrer a la población, se encueva cobardemente y espera a ver cómo le puede cargar los muertos a los demás. Lo hizo con la riada y lo ha hecho y lo seguirá haciendo ahora con los terroríficos incendios que están socarrando nuestra patria.
Su comportamiento queda aquilatado y definido a la perfección por aquel «Si quieren ayuda que la pidan» pronunciado cuando la dana y reiterado ahora ante el fuego devastador por boca de su lacayo Marlaska. Esa frase retrata su doctrina, su miseria personal y su despreciable concepto del poder. Tanto la suya como la de todo su gobierno y sus cómplices.
La secuencia la comenzó, ¿como no?, su mulo cocero favorito, Óscar Puente, cuando las llamas ya comenzaban a arreciar hace dos semanas, insultando y señalando por doquier y exculpándose de cualquier responsabilidad como Gobierno.
Completaría su participación en la trama acompañado del otro gran cachicán del Ejecutivo, Bolaños, compareciendo impolutos como dos blancos palomos cuyas trazas y acicalamiento dejaban claro, es sarcasmo, que venían de primera línea de fuego y de pelear a brazo partido contra las llamas. Los tizonazos y el sudor por el esfuerzo prueban su coraje y que se estaban «dejando la piel» en «la lucha final».
Vamos, lo mismito que su Amado Líder hacía sin tregua ni descanso en «su» palacio de Lanzarote. Me vino a la cabeza, como niño de pueblo que fui un día y de la que saco aún hoy mucha enseñanza, que si asomaran por alguno de los muchos lugares que están sufriendo en sus carnes, bienes y tierras la tragedia, lo suyo sería tirarlos al pilón. Sin agua, claro está, que esa es muy necesaria y ahora más que nunca para cosas útiles.
El siguiente paso fue lanzar como argumentario la patraña que el ínclito emir de la Mareta no podía decretar el grado 3 de emergencia si no se lo pedían las CC.AA. Mentira cochina. Puede hacerlo de motu proprio él y también incluso el ministro del Interior. Y la petición no solo puede hacerla una comunidad, que de hecho la hicieron tres sin que les hicieran caso alguno, sino su propio delegado del Gobierno en cualquiera de ellas.
No lo hizo y sigue sin hacerlo, sencillamente porque no le da la gana y como con la dana por miserable y ruin cálculo político. Y esa fue la orden dada a sus capataces ministeriales. Y con ello, la falsa imposibilidad de actuar como consigna, el paso siguiente del sanchismo fue lanzar a todos sus orcos a las redes a berrear contra todo aquel que osara señalar la evidencia de la total dejación de funciones de su Amado Líder y presunto presidente del Gobierno de España ante la tragedia que ese terrible agosto de 2025 está socarrando a España.
Pero al igual que los incendios se multiplicaron y su descontrol sembró el pánico a ellos también se les escaparon de las manos. El grado de repulsa creció a la misma velocidad que el galope de las llamas.
Y al fin, al percibir lo que actitud provocaba, decidió por fin abandonar el palacio y activar el botón de las promesas, de las ampulosas soflamas de grandes pactos de ya te veré mañana contra cambios climáticos cuando ahora lo perentorio es apagar las amenazantes y colosales piras y poner en prisión a quienes en muchos casos las han provocado intencionadamente. Que esa es otra e igualmente horrorosa verdad que parece quererse ocultar también.
Finalmente Pedro Sánchez hizo el enorme sacrificio de comparecer en carne mortal pero tan alejado de las mortales gentes cuanto pudo para conceder algunas migajas y aceptar hacer lo que no quiso hacer y que se le llevaba exigiendo hacía largos días.
Conceder que, amen de la UME, se incorporaran algunas unidades más del Ejercito. Y tras ello volvió a sus vacaciones y a rumiar cómo logra, es su objetivo principal ahora, denlo por seguro, descargarse de toda responsabilidad y cargar a los demás el desastre y los muertos.
Como siempre, puro Sánchez. Pura infamia. Porque no puede calificarse de otra manera el incumplimiento del deber de un gobernante, y el lo es al nivel máximo de nuestra nación, de socorrer a sus habitantes en los momentos de tribulación y angustia.
Pero eso no va con este Pedro. Su prioridad es, de principio a fin, él y solo él mismo.
Antonio Pérez Henares (El Debate)