Ayer Pedro Sánchez compareció en el Senado… aunque más que una sesión de control, parecíó una sesión de ilusionismo parlamentario.
Entre escapismo, retórica de feria y su nuevo accesorio estrella, unas gafas de tamaño XL, el presidente ha vuelto a demostrar su talento para desaparecer entre las preguntas y reaparecer entre los aplausos de los suyos.
Dicen que son gafas progresivas. Yo creo que son las de mentir de cerca, porque nunca antes se había visto con tanto detalle la distancia que hay entre lo que dice y lo que hace.
Y cuando todo parecía un monólogo más del Gran Ilusionista de la Moncloa, apareció la representante de UPN, Mari Mar Caballero. Sin alardes ni cartón piedra, solo con datos, firmeza y sentido común.
Y zas, lo desquició. En su primera intervención.
El mago perdió la compostura, el guion y, por momentos, hasta la sonrisa de anuncio.
Fue el único instante real del espectáculo, el momento en que la verdad rompió el hechizo.
Y cuando parecía que ya no quedaba truco, llegó la traca final, el presidente reconociendo que se cobra en efectivo como algo normal, aunque —según él— el PP más, y Franco… ni te cuento. Eso sí, remató asegurando con solemnidad que su gobierno y el de Zapatero son los más limpios de la historia de España, lo demás es fango, bulos y lawfare de la prensa y los jueces.
Un cierre digno del mejor número de ilusionismo, todos aplaudiendo mientras desaparece la credibilidad entre el humo y las risas.
Porque, al final, entre tanto truco y tanto cristal, las gafas no eran para ver mejor…
sino para no ver lo evidente.
Salva Cerezo