La proyección que realizaron las encuestas antes de las elecciones vascas, lamentablemente para el constitucionalismo, se ha cumplido. El Parlamento vasco contará, tras los comicios de anoche, con una abrumadora mayoría nacionalista.
El descenso del PNV, que pierde cuatro escaños, se ha visto compensado por el apabullante ascenso de Bildu, que suma seis nuevos diputados. Nunca en la historia de la democracia el nacionalismo ha exhibido una fortaleza semejante y esta correlación de fuerzas será forzosamente determinante en el nuevo ciclo político.
El dato más preocupante es la progresión indiscutible de los de Otegi. El estratégico borrado de la memoria en el País Vasco y el blanqueamiento paulatino que Sánchez ha procurado a los aberzales ha sido determinante para generar una percepción normalizada de los herederos políticos de ETA.
Ni las declaraciones de Pello Otxandiano en campaña, en las que se negó a llamar terroristas a los terroristas, ni la persistente complicidad de Sortu con la violencia han permitido contener el ascenso de una formación que ya se permite mirar de igual a igual al PNV.
El proyecto nacionalista ha sido capaz de permear capilarmente una sociedad cuya sensibilidad democrática supone una verdadera excepción en Europa. Bildu no es un partido más, ni por su origen ni por su proyecto abiertamente contrario a la Constitución.
Son los herederos políticos de un proyecto excluyente que asumió como legítimo el exterminio físico de quienes no pensaban como ellos. Esta es la premisa fundamental desde la que debería pensarse toda la política vasca y, sin embargo, es un dato cada vez más disimulado. La dejación de algunos y el decepcionante cortoplacismo de otros han permitido que Bildu asuma el liderazgo de la iniciativa política y cultural en el País Vasco.
Los partidos constitucionalistas fueron capaces de contener el radicalismo durante décadas, pero el papel del PSOE, tras otorgar la Alcaldía de Pamplona a los de Otegi, ha debilitado de manera irreversible a quienes estaban llamados a defender nuestro marco democrático y constitucional.
El Partido Socialista de Euskadi respira tranquilo. Eneko Andueza ha logrado un buen resultado sumando dos escaños y, sobre todo, le regala a Pedro Sánchez una aritmética en la que seguirá siendo decisivo sin tener que asumir demasiados riesgos. Al menos a la vista.
Los pactos se ordenarán y ejecutarán con un único objetivo: salvar el Gobierno de coalición en Madrid y a la vista de los resultados el PSOE ha superado esta curva sin sufrir un especial desgaste. Tampoco se prevén negociaciones especialmente complejas para ser protagonistas en la próxima gobernanza del País Vasco.
Otra noticia buena para Sánchez es el escaño de Sumar y el hundimiento definitivo de Podemos. El resultado de los de Díaz es paupérrimo, pero comparado con el de sus antiguos socios podemitas les permite ganar aire. Vox mantiene su escaño testimonial.
Mención aparte merecen los resultados del PP. El escaño que gana Javier de Andrés es a todas luces insuficiente para hacer frente al ascenso nacionalista.
Refugiarse en un problema de comunicación es irreal y la ambición electoral del Partido Popular en los lugares donde nuestra Constitución se ve amenazada debería ser infinitamente mayor.
ABC