A los “enanos” intelectuales de todo jaez, condición y calaña, siempre prestos a la traición y a la deslealtad, en cuya interminable lista figuran en primer lugar los acreditados y renombrados políticos, especialmente los que engrosan las filas del sanchismo charlatán y corrupto, que por fuerza de la democracia tenemos la satisfacción y el honor de soportar; a algunos “torpes” amigos de toda la vida; a los resentidos de antaño, no menos soberbios y vanidosos, que con frecuencia y adoptando la postura del sabueso instintivo e inmisericorde, intentan aprovechar la “circunstancia” para levantar la pieza y hacer leña del árbol caído. A todos estos magníficos y queridos “prójimos”, va dedicada la incruenta faena que me dispongo a realizar en el albero rectangular de esta hoja en blanco.
Creía haber incluido con carácter general a la mayor parte de aquellos a quienes va dirigida la reflexión , pero no, expreso mi deseo, de hacerlo especialmente a los que sin error alguno pudieran estar “encausados” por la frase entresacada de uno de los Sueños del ilustre Francisco de Quevedo, “Las zahúrdas de Plutón”, que dice: “Dichosos los hijos que tienen a sus padres en el infierno”, y por terminar esta prolija enumeración, y con el propósito de que nadie quede libre de asumir sus responsabilidades, hago extensiva la dedicatoria a aquellas personas que indefectiblemente están estigmatizadas de por vida con penas infamantes y oprobiosas; como ejemplo de estos últimos, y en orden a su “ideología”, podemos incluir, sin temor alguno de equivocarnos a los idólatras del que fue el creador e instaurador de la desgraciada y criminal, la mal llamada dictadura del proletariado en Rusia, el siniestro y sanguinario psicópata, Vladimir Ilich Ulianov, conocido como Lenin o en el caso de España a los incondicionales ovejunos y siempre interesados del competidor del Rey felón Fernando VII, el gran traidor Sánchez, digno sujeto que merecería ser paseado por los campos y villas de España como atracción y ejemplo de vileza política.
Me pregunto en qué medida o grado, el hombre debe o puede interrogarse de forma permanente y silenciosa sobre la evidente contradicción que se le plantea entre la realidad de su existencia, henchida de vicios, tractora de jarcias inútiles e innecesarias, colmada de maldades destructoras y perversiones ciertas, y la cada vez más difuminada “necesidad de vivir” en armonía con algo primigenio, sustancial o trascendente.
Entiendo que la respuesta, en caso de que haya alguna, ha de servir para erradicar de una vez por todas, la posibilidad de seguir representando un papel que no le corresponde y para el cual no está predestinado; evitará seguir actuando en un permanente y fingido teatro, en el eterno carnaval en el que ha comprometido su existencia, y por tanto tendrá la suficiente entereza para desprenderse de todas las máscaras, que más que ocultar a los demás su propia miseria, torturan su espíritu y confunden el camino de la virtud por el del vicio y la desesperación.
Los sones de la falsa e imaginaria arbórbola que creen entonar a diario se convertirán en ruidos espantosos, difícilmente soportables.
Si el lector a la vista de estos comienzos, no frunce el ceño y se hunde en lecturas más bondadosas y gratificantes, sino que, con benevolencia y caridad termina de leer estas líneas, tenga la seguridad de que he de convertirme en permanente deudor de su infinita paciencia.
La inmensa mayoría, dotados de una descomunal estulticia, incapacitados para la reflexión y el pensamiento, continuará en la esclavitud, deambulará por estos predios, sin ni siquiera intuir el gozo que proporciona la Libertad; a su modo se convierten en ganado sumiso, sin encaste alguno del omnímodo, aleve y criminal poder socio-comunista(sanchista).
Al fin y a la postre, es una manera de engrosar las filas de cualquiera que irrumpa en sus vidas y necesite masas populares con las que alcanzar sus bastardos objetivos.
“El vivir” se está convirtiendo en moneda de curso legal, en perrilla chica con patente de corso para pujar y licitar en la almoneda de las relaciones sociales; en pedigrí que acredita la calidad de los hombres, que desnudos se proveen de carlancas con las que protegerse de las feroces acometidas de sus congéneres; en papel del Estado que garantiza el respeto y consideración del prójimo; en actos de comunión y pleitesía de aduladores, chanflones y gentes de baja estofa; en fin, en nutrientes indispensables de la sociedad, entre cuyos integrantes se cuentan gentes con moral de pícaros Guzmanes, de chanchulleros armados de trampantojos y embelecos, de pequeños y enternecidos mamandurrias, de chisgarabises, zascandiles y mequetrefes, sin olvidar a los presuntuosos pisaverdes, y continuando por los prudentes, que fundamentan su virtud en la pobreza de espíritu y la cobardía, para acabar con los arribistas, trepas o medradores, cuya máxima fundamental para la dirección de sus acciones morales y ética profesional, viene a determinarse en algo parecido a la imagen oscilante de un dominguillo al encuentro de su verticalidad, que les ha de proporcionar los tan deseados bienes de fortuna.
Lo que se percibe en la calle es la megalomanía del Guzmán de Alfarache; ellos y ellas hinchados, aéreos, pululan de aquí para allá con la única prevención de que no les falle la válvula de seguridad y terminen quedándose en nada.
Aunque con anterioridad se apuntaba con cierto énfasis a los comunistas-leninistas como destinatarios de la dedicatoria, creo que estos especímenes (en época de la revolución rusa, si no recuerdo mal, el mismo Lenin decía: “todo buen comunista debía ser chequista”), aunque pícaros, superan con mucho el concepto que aquí se pretende perfilar, así que lo elevaremos a la máxima potencia despectiva, arguyendo su verdadero origen criminal y terrorista, “haber creado la mentira más duradera de la historia, basándose en la denigración del adversario, la justificación de su exterminio e incluso la exculpación del error al hacerlo, haciéndoles sentir que estaban al lado del Bien”( Memoria del comunismo, Federico Jiménez Losantos ). No les van a la zaga, Sánchez, su gobierno y sus mesnadas bien agarradas a las ubres del Procomún.
Estos pícaros- mentirosos sobreviven a la realidad de sus criminales propósitos, la eliminación de las libertades, de la propiedad y de los derechos del hombre. Desgraciadamente, esta lacra de políticos “democráticos” tan mentirosos como corruptos, con demasiada frecuencia por no decir siempre, se van de rositas a disfrutar de sus bienes y a recordar con exaltación fervorosa las tropelías cometidas contra el pueblo.
Igual que Estebanillo González profesa una absoluta insensibilidad moral, sin posibilidad de enmienda en el relato de sus viajes y peripecias por Europa, tampoco se vislumbra en el pícaro actual la opción de arrepentimiento o aflicción por todos y cada uno de los desmanes cometidos; por lo que nos vemos en la obligación de sentenciarlos a que hagan imprimir en sus tarjetas de visita la siguiente leyenda: “Licenciado en desvergüenzas y Doctor en truhanerías” que así denominaban injustamente a Quevedo sus más encarnizados enemigos.
Para concluir diré, que de cada uno de estos pícaros a los que se ha hecho referencia en la reflexión, tengo indicios más que racionales de culpabilidad, rayando en pruebas evidentes de sus andanzas y correrías.
Antonio Cebollero del Mazo (ÑTV España)