Fernando Onega es un castizo de la palabra hablada y en ella está la fuerza demoledora de su pensamiento crítico. No acostumbra a proferir exabruptos, aunque los piensa, pero se toma su tiempo para contarlos como si los dijera otro,  y ha convertido la contundencia amable  y estéticamente sonora en la seña más singular de su oficio.

Los que sienten que, Fernando hace poesía cuando escribe un artículo de opinión , no han olvidado que el autor de la frase “puedo prometer y prometo” fue capaz de convertir una reiteración en toda una tesis inspiradora para un gobernante que creía en nuestra incipiente democracia.

La voz de Onega es imprescindible para transmitir su pensamiento y convertir en un mensaje seductor el mismo texto que, cuando otros lo leen, parece distinto, porque después de medio siglo de hablar de la libertad sin ira, con permiso de Jarcha, hoy no disimula su cabreo con los “sinsustancia” que han secuestrado el Estado y sus leyes, incluida la Constitución.

Hace unas horas, con el paraninfo de la Real Academia Europea de Doctores, lleno hasta la bandera de la plaza, un gallego de Mosteiro toreaba arrimándose al peligroso morlaco de la política actual y se desahogó clavándole banderillas negras a los secuestradores de la democracia.

La actualidad exigía mentarle la familia a Putin y a Traump … y así lo hizo, pero la coherencia le condujo a señalar sin misericordia a quienes están secuestrando la democracia en España y deconstruyendo un sistema que permite al poder incumplir leyes y convertir a los ciudadanos en sujetos con menos derechos, es decir: el gran carajal.

Su docta intervención no sorprendió a nadie en un aforo de académicos, periodistas, alumnos, familiares, amigos y quizás también algún aficionado a la cristiandad. Yo disfruté de su no disimulada emoción por verse rodeado de su familia y amigos.

Fernando Onega es un espécimen singular e irrepetible.

Diego Armario

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Humanidad,

Última Actualización: 14/03/2025

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