Desgraciadamente no es ésta la primera vez que decimos que éste es un Gobierno que ha normalizado el uso de la mentira como instrumento político legítimo. La cantidad que han dicho sus miembros desde que llegaron al poder es innumerable. Ese contador de mentiras que le puso el «Washington Post» a Donald Trump aquí se hubiera fundido por exceso de uso.

La cantidad de falsedades que ha enunciado con plena conciencia este Gobierno supera todo lo imaginable desde que ABC publicó en septiembre de 2018 que la tesis doctoral de Sánchez era un plagio. Respondieron mintiendo con el supuesto análisis hecho a su texto con programas de detectores de mentiras -que nunca se hicieron-. O al menos nunca dieron los resultados que ellos decían que daban y cada día reaccionan a su palmaria incompetencia con una nueva mentira.

Sugiero a algún editor que ponga en marcha la elaboración de la «Enciclopedia de las mentiras del Gobierno de España frente a la pandemia». Tendrá, sin duda, varios volúmenes. Y puede ser la obra más vendida del año.

Casi todos recordamos la intervención del mentiroso Simón diciendo que la comisión de expertos para la «desescalada» tenía once miembros. No tenía ninguno. Que no nos podían dar los nombres para que no se les presionara indebidamente. La realidad era otra. Los supuestos expertos eran él y el filósofo Illa, que eran los que no querían ser «presionados».

Cuando se dijo que Madrid no podía pasar de fase 0 a fase 1 porque los expertos así lo determinaban, esos expertos eran el filósofo Illa y el mentiroso Simón. En estas manos hemos estado. Yo me arrepiento de haber escrito tantas veces en estas páginas que la dictadura del Partido Comunista Chino ocultaba sus muertos con mentiras. No tantas -al menos en proporción- como las del portavoz del Gobierno español frente a la pandemia.

El único consuelo que nos queda es que esta vez la mentira ha sido desvelada por el Defensor del Pueblo con ayuda del Consejo de Transparencia, dos instituciones creadas por el Estado y que han demostrado ser capaces de trabajar en contra de los intereses y las instrucciones del presidente del Gobierno.

Todavía hay barreras de contención. Y no olvidemos que el actual titular -en funciones- de la Oficina del Defensor del Pueblo, Francisco Fernández Marugán, tiene toda una larga carrera política en el PSOE, partido en el que ingresó en 1975 y por el que ha sido diputado entre 1982 y 2011.

Y al que apuesto a que Sánchez no moverá un dedo por nombrar titular de pleno derecho de esa oficina. Porque estos socialistas de la vieja guardia todavía creen en la dignidad de la función pública. Algo de lo que Sánchez no tiene atisbo de idea.

Esta actuación del mentiroso Simón y el filósofo Illa pone de manifiesto algo mucho más grave que la pandemia. España tiene una enfermedad de consecuencias mucho más duraderas y dañinas que el coronavirus para las futuras generaciones: España se ha convertido en una sociedad enferma en la que ni mentir sobre nuestros muertos tiene consecuencias para quien lo hace en nombre del Gobierno.

No las tiene porque siguen desempañando su cargo como quien oye llover y porque los españoles les siguen votando en altísimas proporciones aunque su respaldo sea muy inferior a lo que dice Tezanos y se acerque mucho más a las encuestas de ABC. Es decir, a los votantes les da igual que les mientan.

Las pruebas de las mentiras del doctor Sánchez son irrefutables, como lo son las del filósofo Illa y el mentiroso Simón. Pero millones de españoles tienen intención de volver a apoyarles.

Cuando una sociedad está así de enferma, el futuro que legaremos a nuestros hijos no puede parecer peor.

Ramón Pérez-Maura ( ABC )

viñeta de Linda Galmor