Con la apertura de una investigación penal por la Sala Segunda del Tribunal Supremo a José Luis Ábalos se completa un ciclo de reveses judiciales para el Gobierno en el máximo órgano de la jurisdicción ordinaria. Los desenlaces de las causas penales son imprevisibles, pero la mera existencia de dos de ellas en el Supremo –una relativa al fiscal general del Estado; y otra al exministro y exsecretario de Organización del PSOE– es suficiente para calibrar la preocupación del Gobierno de Pedro Sánchez por el futuro de este tribunal.
Además, penden en la misma Sala Segunda las causas contra los líderes independentistas y su posible acogimiento a la ley de Amnistía, lo que acaba extendiendo la mano de la Justicia a los socios de Pedro Sánchez. Con Begoña Gómez, por un lado, e Íñigo Errejón, por otro, también investigados por los tribunales ordinarios, Sánchez y su coalición tienen un grave problema de ‘relato’.
No menos complicado es el tránsito de Pedro Sánchez por la Sala Tercera del Supremo, encargada de fiscalizar administrativamente las decisiones de su Gobierno y de sus ministros.
En esta sala ha perdido su crédito –el que le quedara– el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, coleccionista de sentencias que desvelan la arbitrariedad de su departamento, por ejemplo, en el acoso al coronel Pérez de los Cobos. Marlaska ha normalizado la ilegalidad como seña de identidad de su vida política.
Es también esta sala la que ha puesto en la picota al todavía fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, porque es ahí donde acaban los funcionarios a los que la Justicia reprocha algo tan sumamente grave como la desviación de poder.
Los candidatos son importantes no solo por sus propios méritos profesionales, sino también, y principalmente, por el proyecto que encarnan. Manuel Marchena, cuyo segundo mandato al frente de la Sala Segunda está a punto de expirar, ha encarnado el ideal de juez imparcial e independiente de una manera inusual en la historia de la Justicia española, cuando más intensamente ha sido puesta a prueba.
No es mucho pedir que no se rebaje este umbral de excelencia para futuros nombramientos.
ABC