Asistimos desde hace tiempo -demasiado tiempo- a una perversión del lenguaje que nos lleva, en primer lugar, a no entendernos; y en segundo, a dar por buena cualquier aberración.
Véase como ejemplo la manía de llamar «progresista» a las facciones judiciales que representan el sometimiento de la Justicia al PSOE, de la misma forma que los llamados «conservadores» son correa de transmisión del PP en un Poder del Estado que -por definición y por Ley- debería ser absolutamente independiente de las injerencias de los otros poderes estatales. Pero este sometimiento, que ya certificó don Alfonso Guerra cuando dio a conocer el óbito de Montesquieu, no es nuevo.
Lo que si tiene cierta novedad es lo de afirmar que tal o cual acto, evento o cuchipanda ha sido convocado por «la sociedad civil», como se ha escuchado hasta el hartazgo y el aburrimiento a propósito de la manifestación del sábado en Cibeles.
Y uno se pregunta qué significa esto de «sociedad civil». En origen se sobreentiende que lo civil es lo formado por los ciudadanos, en contraposición -con cierta pátina de fatuo engreimiento- a lo militar. En este sentido, al menos, lo suelen emplear los políticos, tan creídos de una superioridad indemostrada, como si someterse voluntaria y libremente a una disciplina no tuviera mucho más mérito que hacer lo que a cada uno le salga de… donde le haya de salir.
Entonces, si se emplea lo de «sociedad civil» para indicar que en la convocatoria de un acto no hay presencia de partidos políticos, ¿dónde quedan los partidos? ¿No son entidades civiles los partidos políticos? ¿Qué son entonces? Si los partidos políticos no son -evidentemente- militares, y tampoco son entidades civiles, ¿qué son?
¿O es que de forma inconsciente se está admitiendo que los partidos políticos son algo artificial, un alambicado andamio que se superpone a la sociedad sin que obedezca a la realidad, con el simple propósito de someterla, sojuzgarla y esclavizarla?
Rafael C. Estremera ÑTV España)