No pasan hambre ni sed, ni les daña el sol. Los obispos José Mazuelos, Bernardo Álvarez y Cristóbal Deniz están acomodados, y fuera del área de confort todo es mucho más difícil de llevar. Demasiado tienen con lidiar con las desafecciones de los fieles, que cada vez son más, como para disgustar a la parroquia mundialista, sea la musulmana, la Lgtbiq+ o la que en cada momento sea.
Ante el grave problema de la inmigración en toda Europa, y con lo que está sucediendo en España, la llegada diaria desde hace años de miles de personas a nuestras costas (sobre todo varones entre los 18 y los 45 años con todo tipo de necesidades), los obispos canarios han emitido un comunicado conjunto en el que piden “al resto de Comunidades Autónomas a la apertura y a la solidaridad interterritorial para afrontar la contingencia humanitaria especialmente en relación con menores y jóvenes migrantes no acompañados (menas: fundamentalmente marroquíes, a quienes sus padres envían a España para que les alimentemos, eduquemos, demos formación y si comente algún delito, por grave que sea, seamos indulgentes: son menores y no saben lo que hacen), que es un deber ante las leyes españolas e internacionales, así como un bien moral para todo católico”.
Sorprende que no se den cuenta del gravísimo problema social y económico que ya aprecia toda Europa, y sobre todo España con este punto caliente que es Canarias, literalmente colapsada sobre todo de menas, cuyo dato más alarmante es que las llegadas no sólo siguen disparadas desde comienzos de 2024, siendo que sólo a 4 de febrero ya se habían recibido a 8.000 personas, según datos de ACNUR. Lo que representa diez veces más que en el mismo periodo de 2023. Un drama para España.
Ahora bien, la solidaridad, más allá de lo que se diga hoy desde el Vaticano o de lo que digan estos tres Mosqueteros, se revela como una actitud moral que debe implementarse en las relaciones internacionales, desterrando por parte de Occidente cualquier propósito de conservar la hegemonía en los asuntos propios de las naciones africanas, transformando de esta forma la interdependencia en solidaridad: ayuda y promoción en esas naciones.
¿Tiene esto algo que ver con admitir a todo el que quiera entrar, destruyendo la sociedad que acoge y sometiendo al que llega a la pobreza de la mendicidad, a la asistencia social sine die o al proxenetismo y tráfico de drogas?
Si Cáritas ya tenía déficit de donantes, estos tres Mosqueteros se lo ha puesto más difícil. Seguro que sí, sobre todo en Canarias.
Qué se dediquen a lo que se tienen que dedicar y dejen de meterse en asuntos que no entienden ni les competen.
Lo dicho, zapatero a tus zapatos.
Pablo Gasco dela Rocha (ÑTV España)