A lo largo de mi vida he conocido personalmente a tres premios Nobel de la literatura, aunque solo guardo testimonio gráfico de mi encuentro con Gabriel García Márquez que fue amigo y enemigo, cómplice y rival, hermano de ilusiones y compañero de desencuentros de Mario Vargas Llosa que ha fallecido hoy en su Perú natal, once años después que el colombiano y veintiuno que Camilo José Cela.

Los tres han vivido en el mundo de las puertas abiertas de la televisión y los medios y han participado en el debate público, pero nadie como Vargas Llosa ha hecho pedagogía del lenguaje y se ha enfrentado dialécticamente a la detestable corrección política en la que chapotean periodistas y políticos que pretenden dictar normas de expresión verbal adaptadas a la oceánica incultura de los iletrados.

La peculiaridad del Novel peruano, además de su excelsa literatura, ha sido su intransigencia razonada contra la tozudez de una generación de fanáticos abducidos por las consignas que destrozan el lenguaje hablado.

Ni Cela ni mi admirado Gabo tuvieron tiempo o voluntad de sostener esa batalla contra la incultura de la dirigencia más mediocre que se recuerde en los últimos siglos.

Tal vez no le echaban cuenta a los que no leían sus obras, pero en estos tiempos en los que el más tonto hace relojes que no funcionan y cualquiera se auto edita un libro es imprescindible homenajear a Don Mario Vargas por su inestimable labor y empeño para tapar las vías de agua de la escasa inteligencia de los que tienen tesis que no han escrito y titulos universitarios que se han inventado.

Diego Armario

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Humanidad,

Última Actualización: 14/04/2025

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