¿España va como un cohete? Veamos: el Ibex35 supera la barrera de los 16.000 puntos, el Banco Santander gana más de 10.000 millones en los nueve primeros meses del año y el BBVA supera los 8.000 en el mismo periodo. Todos en máximos históricos. Al gran capital le sienta bien el sanchismo.
Pero no sólo al gran capital. Los pequeños inversores inmobiliarios han observado cómo se dispara el valor de su patrimonio gracias a una política de vivienda inexistente. Si no se facilita la promoción de nueva vivienda, la rehabilitación de la existente, la España vaciada y la seguridad jurídica del propietario, el resultado es muy obvio: subidas desorbitadas.
Es verdad que empiezan a aflorar síntomas de agotamiento: las ventas en agosto cayeron un 1,5% respecto al año anterior, 14,5% en Madrid. Pero la subida de precios de venta y alquiler en los últimos años ha sido espectacular, muy superior al IPC.
Incluso se da la circunstancia de que el precio de alquiler es más alto que el de una hipoteca en la mayoría de provincias.
Por otra parte, AIREF alerta que la cifra de inmigrantes que vendrá a España este año será el doble de lo previsto y alcanzará los 625.000 personas. Eso, en una economía con un paro situado en el 10,5% y con un paro femenino, juvenil y de mayores de 45 años cerca del doble de la media europea. Además, 776.924 personas reciben el ingreso mínimo vital del que viven 2,4 millones de personas, más del 5% de la población española.
¿Qué está pasando? La llegada masiva de inmigrantes no es casual, sino deliberada. La mayoría son hispanos, relativamente fácilmente asimilables. Todos comen y duermen, aunque sea en condiciones precarias. Pero si metes un 1,3% más de población, es difícil que la economía no crezca al menos un 1%.
Es verdad que los servicios públicos se deterioran porque no se dimensiona para la nueva población. Mala suerte. Pero crecemos, creamos empleo -aunque sea precario- y empujamos la recaudación.
Las grandes empresas, encantadas con la llegada de nuevos consumidores que -además- no tienen mentalidad de propietarios sino de inquilinos. Y eso significa más consumo y menos inversión. El mejor de los escenarios para el capital: una sociedad de usuarios en lugar de propietarios. Ni una crítica al wokismo y al autoritarismo sanchista. Y viceversa… Sánchez ya controla Telefónica con nuestro dinero y se codea con el gran capital.
Para el mundo del dinero es mejor que no haya taxistas con su licencia sino empleados de VTC a sueldo del capitalista. Mucho mejor que desaparezca el bar de barrio y que se emplee en la franquicia de turno del fondo de inversión. Unos invierten y otros consumen. Yo me enriquezco y tu te empobreces mientras te anestesio con ocio ‘low cost’ masivo.
El mercado de trabajo dual ha dejado paso a la sociedad dual en el mismo espacio. Mientras unos pueden acceder a una hipoteca e invertir para su propio patrimonio, otros son condenados -o autocondenados- a vivir de un alquiler más caro que la hipoteca y no tener nunca nada.
No es sólo economía; es mucho más. La propiedad nos hace más libres, más independientes. Nos empodera para apalancarla y poder lanzar un proyecto, alquilarla para iniciar nuestra vida en otro lugar, acoger a quien lo necesite en una habitación o venderla para dar la vuelta al mundo…
Eso que ocurre a nivel doméstico se produce también a nivel planetario. Estados Unidos consume y China invierte. Eso explica la cumbre de Corea de esta semana donde Xi Jiping ha arrancado de Trump una tregua comercial a cambio de una mínima cesión de tierras raras.
Occidente debe despertar con carácter de urgencia. Y eso significa esfuerzo, tesón, sacrificio, trabajo y creatividad. En bienestar no es gratis. Y tampoco eterno.
Luis Losada Pescador (Actuall.com)