Rectificar, dicen, es de sabios… pero si la rectificación se convierte en rutina, lo sabio se convierte en sospechoso. Nuestro gobierno, tan dado a los ejercicios de contorsionismo ideológico, ha vuelto a dar un triple salto mortal sin red, donde dije “subida para todos los autónomos”, digo ahora “solo para los que más ganan”. Eso sí, con el mismo entusiasmo recaudatorio.
Porque en esta España de los giros de guion, parecería que los autónomos son los malos de la película: esos individuos peligrosos y perversos que, sin pedir permiso, generan empleo, pagan impuestos y no esperan subvenciones. Un grupo subversivo que, a ojos del poder, tiene un defecto imperdonable, como es el pensar por sí mismo.
Así que la consigna parece clara, leña al mono, pero solo al que trabaja. Que no se diga que el Estado no protege a los suyos, mientras los amigos del régimen se pasean entre sobresueldos y maletines, el autónomo se debate entre pagar la cuota o llenar la nevera.
¿Es esto simple necedad o refinada maldad? Difícil saberlo. Como decía Michel de Montaigne, “el mayor enemigo de la verdad no es la mentira, sino la ilusión de saber la verdad”. Y vaya si el gobierno vive en esa ilusión, sigue convencido de que castigar al que produce es un acto de justicia social.
Quizá todo forme parte de otra cortina de humo, tan espesa como las promesas incumplidas. O tal vez sea, simplemente, una manera de asegurar que nadie quede fuera del redil estatal, cuidando que no haya voces libres, ni mentes independientes, ni bolsillos autónomos.
Porque en el fondo, lo que más teme el poder no es al disidente, sino al que no depende.
Salva Cerezo