España, ese país donde la justicia camina con muletas y los corruptos van en coche oficial, vivió el miércoles otro episodio digno de serie turca: el “caso Ábalos”, también conocido como La tómbola de la impunidad. Media nación, y parte del extranjero curioso, esperaba saber si el exministro acabaría en prisión preventiva o si, como suele ocurrir en esta tragicomedia nacional, saldría por la puerta grande con sonrisa de “yo no fui”.
Y, cómo no, ganó la tradición, libertad sin fianza y mutis por el foro, alegando “indefensión”. Lo que viene a ser en román paladino, «no pienso hablar porque me puede caer peor el asunto». Eso sí, el juez, uno de los pocos que aún no ha sido devorado por el sistema, dejó caer lo que todo español medio piensa mientras hace la declaración trimestral del IVA: “Es una vergüenza que alguien con este historial siga ocupando un escaño.”
Una frase tan obvia que hasta en el Congreso se escuchó un tímido aplauso… aunque fue del personal de limpieza.
Mientras tanto, la fiscalía, esa misma que depende del Gobierno “pero no depende del Gobierno”, jugó su papel estelar de siempre: la defensa de los indefendibles. Todo muy institucional, muy coordinado, muy… español.
La pregunta que flota en el aire es clara:
¿Estamos ante un Ábalos brillante estratega o ante un Sánchez que prefiere mantener al amigo cerca… no vaya a ser que el coro de los “arrepentidos” empiece a afinar demasiado bien? Porque ya se sabe que el miedo a que alguien cante puede convertir a un delincuente en diputado vitalicio.
Y mientras tanto, los españoles de a pie seguimos haciendo de patrocinadores involuntarios de este circo. Los autónomos, esos héroes sin capa que sostienen el país a base de facturas y cafés fríos, siguen pagando impuestos para que los que roban a mano llena cobren dietas y se indignen cuando alguien los llama corruptos.
Como decía Marco Aurelio: “Acostúmbrate a prestar atención a lo que dice otra persona y, en la medida de lo posible, procura entrar en su mente.”
El problema es que si uno se mete en la mente de algunos políticos actuales… corre el riesgo de salir más confundido que cuando entró.
Así que nada, amigos, ¡que continúe la fiesta!
El vino corre, la orquesta desafina, y en el palco de honor, los de siempre, brindando por la justicia… con fondos públicos.
Salva Cerezo