Algunos creyeron que ya habían quedado atrás los problemas de la sociedad de clases, el problema obrero en la industria y en el campo, la ordenación democrática del Estado… pero sólo fue ilusión. No sólo siguen existiendo dichos conflictos, y bien vivos, sino que a ellos se han añadido los problemas del alma y de la mente.
Sin apoyos religiosos, sin sustentos educativos y sin bases culturales, la concepción del mundo y de la vida se vuelven confusas o se acaban despreciando, siendo como son vitales para nuestro propio conocimiento y nuestra conducta como entes que somos con arbitrio.
El debate acerca de estas cuestiones, que entran de lleno en los problemas reales de la gente, con sus frustraciones y esperanzas, debiera llegar con fuerza no sólo en las universidades y entre las elites intelectuales y judiciales, sino también entre la juventud y gran parte de la ciudadanía, sin olvidar los ámbitos eclesiales en particular y católicos en general.
Pero, por desgracia, esto no es así, porque la estructura sociológica de la sociedad está abducida por el materialismo radical de las ideologías políticas triunfantes, el capitalismo globalista y el socialcomunismo en todas sus variaciones posmodernas.
Ahora, una parte de los informantes nos dice por enésima vez que el pugilista está sonado, y con él todo su artificio; pero apódese X Felipón, Mr. Bean el de la Zeja o doctor Uno, todos estos gladiadores de la purulencia, que yo recuerde, desde que se inició la funesta Transición ya han estado groguis en otras ocasiones, sin llegar nunca a caer definitivamente a la lona, al menos como debe entenderse un verdadero desplome, que sólo puede ser el de la cárcel y con los respectivos latrocinios debidamente confiscados por el Estado.
Pero, aun sucediendo que el púgil actual se diera el batacazo y junto a él rodará igualmente su socio, el de la cara B o poli bueno, ello no sería suficiente. Han llegado las cosas a tal extremo que no bastará con erradicar el podrido bipartidismo del 78 junto con sus socios.
Unos Gobiernos que han blanqueado, ensalzado y financiado a organizaciones terroristas y separatistas con millares de muertos a sus espaldas, negociando con ellas por afinidad o para suplicarles un miserable voto; una oligarquía empresarial y financiera obediente sólo a sus turbios intereses dinerarios; una intelectualidad áulica, más pendiente de las consignas y de las migajas palaciegas que de la verdad, y una sociedad que se ha manifestado en favor de este abyecto conjunto metódicamente, por activa y pasiva, es decir, que ha respaldado una cultura de ladronería, sangre y muerte, ignorando con la mayor de las humillaciones a las víctimas, compatriotas y vecinos todas ellas, constituyen en conjunto un panorama social estremecedor.
El resultado es que España es hoy un pozo de oscurantismo, un légamo de infamia; esto es, una nación sin vigor ni identidad, habitada por una mayoría de delincuentes o de cómplices, festejados por lactantes, expuesta a los atropellos de cualquier carroñero interior o exterior.
El problema es cómo hacer que las multitudes regresen a las cuestiones del espíritu sin necesidad de catástrofes nucleares que obliguen a empezar de cero, utilizando utensilios de piedra y convirtiendo las paredes de las cavernas en museos.
La cuestión es cómo orientar intelectual, religiosa y culturalmente una rejuvenecida y regenerada sociedad española. Y qué líderes son capaces de hacer virtud de la necesidad, creando el órgano o la herramienta precisos; es decir, hallando la solución.
Arduo veo el empeño, mis amables lectores, pero precisamente por espinoso y cuasi utópico, resulta fascinante.
Jesús Aguilar Marina (ÑTV España)