Como todas las mañanas nos desayunamos con una sorpresa, hoy nos hemos vitaminizado con el ominoso sapo de un manifiesto firmado por 255 personalidades. ¿Personalidades?, se preguntará el amable lector. Personalidades del cieno, por supuesto, que qué otras personalidades reconocidas oficialmente pueden circular hoy por estepaís trazado a su medida.
Así, los hipócritas que dejaron a su suerte a la víctima, obligándola a luchar indefensa contra los elementos durante más de cuarenta años, hoy dicen a su epígono Pedro Sánchez Sanchina -quien gracias a ellos y a sus ejemplos e instigaciones se ha erigido en definitivo verdugo- que es más práctico -no más noble, pues de nobleza no entienden- sostener la cabeza del nadador moribundo que hundirlo en las oquedades undosas.
Es sabido que el lenguaje es tramposo en manos de los tramposos. Y los mayores tramposos se hallan en la política o en sus aledaños, y nos están dirigiendo y gobernando. En boca de los frentepopulistas y de sus cómplices el lenguaje es una trampa con la que atrapan a la realidad y a la razón.
Gracias, sobre todo, a sus escandalosos ejemplos, en la actualidad la mayoría ciudadana también habla para engañar, para aumentar la propia fortuna o el propio poder, para aplacar a los rivales o para amenazar a los enemigos, para hacer reír a los ociosos o para deleitar a los refinados. Goce y posesión, sojuzgamiento y aniquilación.
La lengua del sofista es la lengua del ganador de debates, pero no es la lengua de la verdad. Los sofistas simplemente son astutos con las palabras y es difícil determinar qué se proponen enseñar específicamente, porque cuestionan todas las cosas, salvo el dinero y el poder. Saben, como lo supo Gramsci, que la realidad se define con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad.
Las palabras, cuando se pronuncian más veces de las necesarias, acaban perdiendo no sólo su sentido sino también su significado. A los políticos y a sus intelectuales áulicos -y con ellos a la gente- se les llena la boca de palabras solemnes y las repiten tantas veces que al final las vacían de contenido.
Todo es absoluto en sí, y relativo en cuanto a lo demás. En esto, en juego de palabras, cae toda la lógica que no se basa en la verdad y no busca en el albedrío su último sustento. Como apuntó Unamuno, hay lógicas puramente verbales, que parten del supuesto de que todos queremos decir lo mismo cuando expresamos las mismas palabras; pero otros saben que con las mismas palabras solemos decir cosas opuestas, y con opuestas palabras la misma cosa. Gracias a lo cual podemos conversar y entendernos. Pero siempre con buena voluntad, algo hoy en desuso.
¿Se puede escribir objetivamente sin información rigurosa, desfigurando los hechos, las personalidades, las ideas y aun la realidad? Según los medios informativos al uso, según el periodismo venal y la intelectualidad áulica, sí, por lo visto. Este es el método utilizado por el periodismo oficial y por la intelligentsia que envuelve al Estado de la Transición.
La lengua es un patrimonio común, un bien colectivo. Pero es también, a la vez, un acto de expresión individual. Hubo quizás un tiempo en que los escritores querían ser tan sólo escritores; ahora, en cambio, aspiran a ser funcionarios, negros de la plutocracia u objeto de la caridad estatal o partidocrática.
Por el contrario, el escritor independiente es hoy rechazado en todos los cenáculos, en todas las redacciones y en todas las editoriales al uso. Tal escritor está sometido a su conciencia y ligado a la palabra verdadera. Por eso no puede ni quiere retractarse de ninguna de sus denuncias al Sistema.
Sabe que hacer algo contrario a la conciencia y a la verdad no es digno ni prudente. Como sabe también que, a veces, el escritor, sin dejar de serlo, es decir, sin olvidar ni a la literatura ni sobre todo a la verdad, debe convertirse en agitador patriótico.
Nada que ver, por supuesto, con el «manifiesto de las 255 personalidades», una impostura más entre las que llevamos padeciendo durante casi cincuenta años. No obstante, ¿qué es lo que les ha obligado a despertar? ¿Qué temor, que no es ciertamente por la patria moribunda?
Extraño momento este para enanitos rampantes. Salen, como ratas, de las alcantarillas; apestan el ambiente con sus comentarios. No se cansan de trepar unos sobre otros, tratando de mantener u ocupar puestos de resonancia; lo empequeñecen todo, ya en periódicos, ya en proclamas, ya en asesorías, lóbis, ministerios u otros organismos públicos o privados.
Hablan o escriben con voz engolada de lo que jamás les convino entender. Tratan de acreditarse con bombos mutuos, discursos falsos y recíprocas citas. Ninguno de ellos ha hecho nada provechoso para la patria, sino al contrario, y esa deslealtad los ha llevado precisamente a su prestigio y exaltación personal; ahora su único cometido es impedir que los demás impidan su tiznada gloria.
Pero, insistimos, ¿qué pasa aquí? ¿Qué sucede en los entresijos del Sistema para que las personalidades hayan despabilado de su plácida digestión sociocultural? ¿Es que las querellas del momento, las rivalidades, los odios, las disensiones mezquinas invaden todas las esferas y los de a pie no nos enteramos? Es posible.
Lo cierto es que quienes aman los debates de principios, los horizontes más amplios, la osadía del pensamiento, la independencia del espíritu y de la vida, no tienen otro remedio que soportar el hastío y la molestia circundantes.
«Odian mi rebeldía y odian mi talento. Para medrar hay que ser agradador de todos los Segismundos. (…) ¡Y soy el primer poeta de España! ¡Y ayuno! ¡Y no me humillo pidiendo limosna! ¡Y no me parte un rayo! ¡Yo soy el verdadero inmortal, y no esos cabrones del cotarro académico!». Eso escribió Valle-Inclán en Luces de Bohemia.
«Y no esos cabrones e invertidos del Sistema y del cotarro constitucional, que se muestran activos cuando hartos de carne se han hecho monjes y ven en peligro sus dorados despojos», escribiría hoy, tal vez, si aún estuviera entre nosotros el admirado villanuevés.
En fin, también VOX, en este aspecto esencial del lenguaje -y de los instalados arrepentidos, manifestantes de papel, y a la violeta- tiene tajo y mucha leña que cortar. Pues es preciso que los infames se sientan acorralados para que se respire mejor en el mundo.
Jesús Aguilar Marina ( ÑTV España)