En el juicio Mouliaá versus Errejón, mujer contra aliado, el feminismo tira por elevación y va hacia el juez, algo que presentimos al escuchar el interrogatorio.

Al juez, Adolfo Carretero, el CGPJ le ha abierto una investigación y el diario El País, «lo más parecido que hay a la Verdad» según propio titular, le ha dedicado un editorial en el que no hay una palabra de condena a la filtración. Es más, El País viene a agradecerla porque «ha servido para mostrar a la sociedad lo que las mujeres tienen que soportar».

Se le reprocha al juez un «interrogatorio inquisitorial». La palabra inquisitorial está muy cerca de inquisitivo, diligente en la averiguación, adjetivo que uno esperaría de un juicio, aunque «inquisitorial» es algo más: es inquisitivo + España negra. El feminismo vuelve a llamar brujas a las mujeres.

No solo se reprocha la forma de preguntar sino el fondo, el hecho mismo, el «cuestionamiento de la denunciante».

El propio Juez, que ha tenido que salir a defender su honor (una especie de colmo judicial), viene a explicar en una entrevista en ABC que la prueba fundamental de la denunciante es su testimonio, y para que «haga prueba» ha de ser confirmado en su solidez, en su plena coherencia. En realidad, preguntar así es una técnica para fortalecerlo.

Claro que… ¿qué es eso de «hacer prueba»? Probar es demostrar con razones, dar razón. El juez explica que, al preguntar, él pretende «ir desmenuzando» los elementos que componen la declaración para convertirla en verdad material.

 Ese hacer prueba es violencia según las cacatúas gubernamentales. El asunto va más allá del estricto feminismo y la viogen. Hay una voluntad política de liberar a la mujer, por serlo, de las obligaciones probatorias, del deber jurídico (y universal) de sostener los elementos de razón que constituyen la veracidad. Esto es eximirla en parte de los rigores de la lógica. Una verdad se compone de ladrillos factuales y yeso lógico.

Y a la mujer se le quiere eximir de los rigores de probar. Del mal rato de tener que dar sentido, de ser coherente. No es descabellado pensar que este estado de cosas acabe saltando (o haya saltado ya) de la llamada violencia de género a todo lo demás, a la forma entera de ver la realidad, y que de ahí se nutran las formas más degradadas de la política española. Es parte del clientelismo socialista, pero es de temer que no solo afecte a la mujer. Todos podemos ser trans lógicos, aspirar a zonas exentas de verdad.

 (El debate más intenso que ha habido en la izquierda ha sido el combate por este privilegio digamos paralógico; si esa dispensa de las obligaciones probatorias, ese paraíso sin razones, esa gran exención es propiedad de las mujeres biológicas o puede ser asumido por el hombre-mujer)

La amnistía era peor que el indulto y esto quizás sea peor y más corrosivo que la amnistía… El PSOE es como un promotor inmobiliario de naves o espacios de lógica y legalidad distorsionada que vende o arrienda a sectores de la sociedad a cambio de votos. Sus comerciales inagotables son los medios de comunicación dopados, comprados, enfarlopados.

Volvemos al caso de La Manada. Otro juez en la picota. La versión de la mujer ha de tener un tratamiento procesal, legal, periodístico, político y casi diríamos que cognitivo distinto. Cualquier cuestionamiento la «revictimiza» o aleja de la «protección integral», palabros, constructos delirantes. Si la víctima ha sido violada, cosa que se ignora, revictimizarla, en todo caso, sería volverla a violar, no cuestionarla. Este lenguaje poco aceptable que establece un continuo entre la agresión y cualquier momento posterior se ha extendido, se ha ido aceptando y alcanza ya lo jurídico.

El linchamiento al  juez Carretero permite a los medios gubernamentales enlazar dos ‘narrativas’: la feminista y, a la vez, la cuestión judicial que es ya, cada vez más, la cuestión de los jueces. No su órgano de gobierno, sino su naturaleza y sociología: quiénes son, de dónde vienen, como aprueban, cómo piensan, cómo se asocian y también cómo se expresan.

El juez Carretero, claramente un varón clásico, ha salido a proteger, nos ha dicho, el prestigio de su apellido, pues su padre y hermanos son también o fueron magistrados. Aquí, dirán los Bolaños , se revela la herencia familiar en la judicatura. Y el ataque al juez servirá, con su defensa, para justificar uno mayor.

Hughes (La Gaceta)

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Política,

Última Actualización: 26/01/2025

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