Resulta cuando menos vergonzoso e indignante, escuchar a todos esos secuaces del poder socialista alzar la voz para criticar el pacto entre PP y Vox en la Comunidad valenciana.
Se les llena la boca y no se les cae la cara de vergüenza a pedazos aduciendo, sin recato, el acuerdo de los populares con lo que ellos llaman la “extrema derecha”, sin importarles que ese pacto sirva para resolver, en la medida de lo posible, la penosa situación en la que quedó parte de la Comunidad valenciana tras la gota fría que asoló aquel territorio; sin que, hasta la fecha, los sociatas y sus mariachis hayan puesto remedio alguno, más allá de promesas de ayuda que, en el mejor de los casos, tardarán en llegar si es que llegan alguna vez.
Sin embargo, estos mismos que alzan la voz, indignados por este pacto, son los que no tienen inconveniente en pactar vendiendo España por parcelas con la extrema derechona catalufa, sectaria y xenófoba, capitaneada por un indeseable, prófugo de la justicia, que se ha sublevado contra el Estado, promoviendo un intento muy serio de segregación de una parte del territorio nacional.
Hay que oírlos, a todos y a todas, como aquel perrito de la “voz de su amo”, defender que los favores que recibe Cataluña -control de extranjería y fronteras, condonación de la deuda, reparto de menas, amnistías a golpistas, indultos a chorizos al más rancio estilo, etc.- son acuerdos que benefician la convivencia entre los españoles, cuando en realidad se trata, simplemente, de seguir detentando el poder merced a los siete votos de la indignidad y vergüenza con la que los catalufos, con el prófugo a la cabeza, tienen cogido a Sánchez y su banda por las pelotas, hablando en román paladino.
Todavía ayer tuvimos que aguantar a esa tipeja catalufa, de cara tan desagradable, pretender, una vez más -ya lo hizo en otra ocasión, sin consecuencias-, que de la sala de prensa del Congreso, el Congreso de ESPAÑA, se retirase la Bandera Nacional porque a esa energúmena no le gusta.
El colmo del agravio, el colmo de la vergüenza y el colmo del deshonor que un bulto sospechoso como ese pretenda retirar de la casa de todos lo que nos representa y, encima, coreada por las risitas cínicas de alguna cuartillera de los medios comprados, afines al poder sociata.
Pero si resulta indignante lo de esta tipeja, lo es mucho más lo de quien se lo consiente, sin poner impedimento alguno a que una individua como esta, que no representa a nada ni a nadie, pueda campar a sus anchas, ofendiendo a todos los españoles que, encima, somos los que le pagamos su más que inmerecido y suculento sueldo.
Lo que está sucediendo en España es realmente alarmante. Aquí vale todo con tal de que el sátrapa y toda esa colección de indeseables que le bailan el agua se perpetúen en el poder para seguir con sus corruptelas, sin que nadie, salvo algunos Jueces Valientes, les pongan freno e impedimento.
La vulneración de la Constitución es permanente, contando, sobre todo, con el beneplácito interesado de un Tribunal Constitucional que es fiel lacayo del poder, obviando el cumplimiento estricto de sus deberes y obligaciones.
La merma de los valores democráticos está a la orden del día, al igual que el ejercicio de la libertad que, a cada paso, está más cercenado. Pronto, si las cosas siguen así, se perseguirá, como han hecho los socialistas a lo largo de su historia siempre que tuvieron oportunidad, a todos aquellos que no pensemos como ellos.
Es asqueroso y repugnante oír hablar a los sociatas y a sus socios del rojerío, con ese falso desparpajo con el que lo hacen, mintiendo sin recato y desdiciéndose de lo que habían dicho y asegurado tan solo un par de días antes.
Esa sonrisa cínica con la que tratan de convencernos, un día tras otro, de que el sátrapa apoyado por toda la escoria -comunistas, golpistas, filoterroristas, separatistas, corruptos, etc.- es la gran solución para una España que, desgraciadamente, se muere sin remedio, mientras los que juraron defenderla siguen con sus festines, ajenos a toda esta catástrofe que se avecina si no somos capaces de desalojar del poder a toda esta miserable chusma.
Eugenio Frenández Barallobre (ÑTV España)