Cuando se anuncia un nuevo ciclo en política se mueven las voluntades y los culos cambian de sitio y cualquier observador avezado y sin alzhéimer sobrevenido sabe que este fenómeno se produce cuando ni siquiera José Félix Tezanos se siente capaz de seguir haciendo espejismos en vez de encuestas rigurosas porque ya no le cree ni Pedro Sánchez.
Hoy me apetece subrayar cómo se está produciendo el movimiento tectónico de los periodistas que ven cómo se les hunde la coartada bajo los pies a medida que se acercan las elecciones.
Es tradición entroncada en la más castiza de las costumbres literarias, vivir del sobre sueldo de la adulación a los poderosos, y aunque en tiempos de la Duquesa de Alba se acuño la frase: “que entren y que les den de comer” cuando se anunciaba que habían llegado los gacetilleros al Palacio de Liria, hoy se ha simplificado el método de cobro por los servicios al poder.
He visto y vivido varios cambios de ciclo y en todos ellos la euforia de los entusiastas sin fronteras, hoy llamados contertulios o conductores de programas que repiten como papagayos las mismas consignas que los políticos, empiezan a flaquear y bajan al diapasón de sus críticas a la oposición porque tienen claro el principio latino que recomienda “Primero vivir y después filosofar”.
Esto me recuerda la teoría de las castas en la India que eleva o rebaja la dignidad del paria según sea la fase en la que se rencarne-
Con frecuencia cito la frase de Groucho Marx que decía “Le he dicho a mis padres que toco el piano en un burdel porque no quiero avergonzarlos diciéndoles que soy periodista” . Hoy no pasan esa vergüenza algunos colegas que creen que si ponen voz de afónico cavernoso se les va a perdonar su servilismo informativo.
No sé que pasara en las elecciones del mes de julio, pero hay contertulios, leales por ahora al sanchismo, que van con el culo apretado y el alma en vilo a la espera de hacer la transición ideológica si ganase Núñez Feijoo, porque son de los que aprenden rápido a negar por tres veces al hombre de la Moncloa en cuanto pierda el poder.
Nunca fui corporativista ni admiré demasiado a ninguno de mis colegas, pero les guardo respeto a los que intentaron contar las cosas como son y no como se las cuentan los que les convierten en vasallos.
Diego Armario