Si Ernest Hemingway levantase la cabeza se moriría de risa. El escritor y periodista estuvo en varios conflictos bélicos – entre otros en la guerra civil española-  y en ninguno de ellos, que quede constancia gráfica, se disfrazó de combatiente, pero ahora para ir a una manifestación de jubilados en la que se infiltran unos cuantos radicales folloneros, hay periodistas que sin miedo al ridículo se ponen un casco de guerra y de milagro no se visten con un chaleco antibalas, mientras los fotógrafos y los cámaras hacen su trabajo sin esos  ridículos aspavientos.

En las guerras de verdad en Palestina, Ucrania, Siria, Yemen, Afganistán o el Congo, donde se mata y se muere, apenas hay una foto de los que sobreviven, pero en los momentos de tregua pactada aparecen los políticos con casco y chaleco antibalas luciendo una imagen ridícula porque hasta los elementos de protección que visten solo sirven para aparentar que están en riesgo porque no cubren adecuadamente zonas vitales del cuerpo.

Hace unas horas, durante estos días de tregua Pedro Sánchez ha estado en Gaza e Israel para hacer un pase de modelos bastante ridículo y hablar en nombre de la Unión Europea sin haber pactado lo que iba a decir y ha conseguido cabrear a Israel y desairar a la Comisión, pero lo importante era que el mundo le viera con un chaleco antibalas que no le protegía sus testículos´.

¿Dónde están sus asesores de imagen? ¿Dónde los expertos en protección de altos cargos? ¿Dónde están los sastres que diseñan los trajes de guerra? ¿Dónde la autoestima del que se deja vestir así? ¿Dónde el sentido del ridículo?

La guerra de Ucrania es a campo abierto, pero en Gaza no y allí se ha puesto de moda vestirse de Superman para aparentar que los civiles con poder son más valientes que los militares profesionales que se juegan y a veces pierden sus vidas en los conflictos armados de verdad. 

La apariencia de los reporteros urbanos o los políticos en campaña bélica no sirve para tapar su ridícula desnudez, y la crónica de estos fantoches debería firmarla Miguel Gila, si aún viviera, para situarlos en el paraninfo de la mentira calculada.

Las guerras no defensivas son la prueba de la crueldad legal o ilegal de los gobernantes que deciden matar al enemigo al coste de la vida de sus propios compatriotas, y no existe mayor desgracia que la de tener a un psicópata como encargado de pulsar el botón del holocausto al tiempo que da lecciones sobre el camino hacia la paz.

Diego Armario

Categorizado en:

Política,

Última Actualización: 13/06/2024

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