La democracia está en peligro es el escueto mensaje transmitido al Rey Felipe VI por lo que queda de imparcial en el Poder Judicial, después de haber sido intervenida la Justicia por Pedro Sánchez.
La reacción de una parte de los jueces contrasta con la servil complacencia de los que se han vendido al sectarismo sanchista y que sostienen las maniobras de este gobierno en funciones que aprovecha la inercia de permisividad para hacer lo que le viene en gana; saltándose las leyes que modifica al antojo y con la sólida sospecha de que son muchas más las maniobras oscurantistas que Pedro Sánchez ha dispuesto para asegurarse la poltrona monclovita y poner en riesgo a millones de ciudadanos, víctimas de sus tejemanejes desde hace 5 años y que en el futuro podrían deparar hasta conflictos de tintes bélicos.
Un ejemplo de ello, de los múltiples que podrían contemplarse, es el ineludible recelo con que se interpretan las secretas relaciones con Mohamed VI o la venta de Telefónica al príncipe de Arabia Saudí Mohamed bin Salman que, como apunta perspicazmente el autor de ÑTV ESPAÑA, Hernán Pérez Ramos, aspira a los fosfatos marroquís teniendo en la mano la llave de las comunicaciones de la defensa de Ceuta, Melilla y Canarias; los objetivos anexionistas de Marruecos se van conformando como un puzle cuantas más piezas aparecen en el tablero de la geopolítica trastocado con arbitrariedad y secretismo por Pedro Sánchez.
Que el Rey desconozca la operación de compra de Telefónica, es motivo de preocupación dependiendo Ceuta, Melilla y Canarias, de las futuribles negociaciones entre Arabia Saudí y Marruecos.
Así pues, el llamamiento de los jueces es una activación de un recurso de emergencia frente a una situación anómala que pretende destruir las bases de convivencia y consenso que , aun de modo imperfecto, sustentaron durante 40 años las garantías que como Nación legítimamente histórica se quieren desfondar ahora con una amnistía como antesala de una paulatina desintegración territorial.
Además de los jueces como garantes constitucionales, habrán de manifestarse otros actores imprescindibles del orden que se quiere dinamitar por método de implosión, siendo ya inequívocas las intencionalidades rupturistas que Pedro Sánchez impulsa-incluso desde un gobierno en funciones a pleno rendimiento-para facilitar traiciones nacionales e internacionales contra la voluntad soberana de los españoles.
Pero Pedro Sánchez no es España y tiene en frente a un Estado español latente en su defensa, viva, dinámica e histórica que aparenta ser indiferente, cuando en realidad es muy consciente de los riesgos que el propio Rey Felipe VI no debe de ignorar.
Ignacio Fernández Candela (ÑTV España)