El Ministerio del Interior ha despachado con un montón de excusas, demasiado banales, su respuesta al juez Llarena cuando le requirió explicaciones por la fuga de Puigdemont.
La soberbia es una seña de identidad del sanchismo y sólo desde ese punto de vista se entiende (que nunca justifica) que Grande-Marlaska afirme que sólo activó «recursos operativos y de inteligencia extraordinarios» de Policía y Guardia Civil «una vez conocida la fuga de Puigdemont», cuando por tanto ya se había escapado.
Es decir, que aunque el prófugo había anunciado días atrás que iba a entrar en España y pese a que el alcalde de Barcelona le montó un escenario para su aparición, lo que facilitaba su localización, el Gobierno no hizo prácticamene nada para detectar su presencia o dar cumplimiento a la detención ordenada por Llarena.
Remata Interior la colección de excusas al asegurar que la competencia era de los Mossos, lo que le vale para lavarse las manos, y que como hay libre circulación en la frontera con Francia no se le pudo detectar, lo que abre un panorama de vulnerabilidad muy inquietante sobre la seguridad de la frontera.
La nota de Interior abona la teoría de la imprescindible componenda (por acción u omisión) del Ejecutivo con Puigdemont.
ABC