Trepa la ira en la misma cordada que el asco cuando ese saco de pus, ese zurrón lleno de mierda que es Miriam Nogueras, aparta del atril de comparecientes la Bandera de España como quien aleja una bayeta podrida. Y la sucia separatista se ríe, se reboza desafiente en su puerco gesto de desprecio a la Mater Hispania porque se sabe blindada de impunidad y acorazada de inmunidad en ese redil de la Carrera de San Jerónimo en el que vivaquea la chusma parlamentaria que vomitan las urnas. Asco.
Un asco profundo que nace en el fondo del vientre, asciende por el pecho y se acomoda en el paladar para deletrear el nombre de la infamia: Miriam Nogueras, sin que una elegante bofetada atraviese a la velocidad de la luz el escenario del insulto, para iluminar la esperanza con los candiles del patriotismo.
De ese patriotismo telúrico, primordial, congénito, que no admite códigos de cortesía para el felón ni dialogante tolerancia con el aldeano lenguaraz que se regocija en la ofensa a la Justicia y a la Patria.
Ese patriotismo de cálida aspereza, como las manos de un campesino, que no entiende de abstracciones metafísicas y ama a España como se ama a la madre. Ese patriotismo como una cordillera, que no entiende de geografía ni de cartografia pero que impone su titánica presencia con la colosal fuerza del ser. Del ser español.
En el Congreso de los Diputados hay mucho metafísico de la democracia, mucho cartógrafo del parlamentarismo, mucho geógrafo de la toleracia y mucho eunuco del diálogo, pero ni un solo campesino con la cachicuerna del patriotismo en la faja, el honor en la mirada y el valor en el escroto. Ni uno solo.
Por eso los separatistas y los terrorista, cuyos escaños chorrean crímenes, marcan el territorio con sus heces y la agenda política con su cotidiano ultraje a España ofreciéndonos a diario un espectáculo sórdido hasta la náusea, que no acaba en el Hemiciclo porque es de sesión continua en la Sala de Prensa, que es donde un rebaño de cagatintas con acreditación de periodistas son el eco y el altavoz de los felones contemplando impertérritos como Miriam Nogueras le dispensa a la Bandera de España la misma consideración que a un kleenex lleno de mocos.
Solo hubo un hombre decente en la pocilga de la Carrera de San Jerónimo frente a ese saco de pus y de mierda que es Miriam Nogueras. Su nombre es tan antiguo y tan hermoso como su patriotismo: Josué. Josué Cárdenas. Bendito sea. Sólo él y los leones de la entrada merecen el gentilicio español. Lo demás es una cordillera de basura. O sea, un vertedero de democrática escoria.
Eduardo García Serrano (ÑTV España)