No me equivocaba cuando calificaba de acertada la iniciativa de censura al desgobierno criminal.
La veteranía de Ramón Tamames era, antes de celebrarse la moción de censura, un reclamo de sabiduría neutral para poder replicar al fullero Sánchez, quien quería convertir en oportunidad la expectativa aparentemente fallida de VOX que a la postre ha resultado un aldabonazo de sentido común frente a las incongruencias del gobierno Frankenstein.
Un aldabonazo sonoro que ha debido ensordecer también los necios oídos de Feijóo, el que busca alianzas con independentistas antes de plegarse a cualquier negociación con Santiago Abascal.
Tamames supo retratar a los ausentes y a los presentes tirando de aguda ironía para ridiculizar con elegancia parlamentaria a unos y a otros.
Así, puntualizando lo innatural de complicidades al margen del orden constitucional, el sabio economista no se dejó amedrentar por el soberbio triunfalismo del fracasado cum fraude, alzándose con la palabra selectiva y con el argumento convincente para dejar en evidencia los intereses tabernarios del grupúsculo socialcomunista.
Ninguno de los contendientes con discurso falaz, preparado ad hoc según las filtraciones del que se suponía chivatazo como antesala del temario de Tamames, ha parecido adversario capaz para las tablas del antes criticado nonagenario que ha dejado en pañales a la patulea radical a la que ha vencido con vergonzosa facilidad.