La relativa sorpresa de ese último escaño en Madrid, el número 16, obtenido por el PP a costa del PSOE gracias a los votos emitidos por los españoles residentes en el exterior, tiene un valo cualitativo muy superior al meramente cuantitativo.

Por un triple motivo: por ser en Madrid donde compitieron personalmente Feijóo y Sánchez al frente de sus respectivas candidaturas, dejando el resultado final 16 – 10. Además de ello, porque refleja la percepción que los españoles residentes en la lejanía tienen de nuestra situación, personalizada en ambos candidatos. En tercer lugar, porque los bloques políticos han invertido la cuantía, que antes sumaban 172 el sanchista y 171 el centro derecha.

Conviene recordar que los componentes de un bloque lo integran PP y Vox, más UPN y CC con apenas 1 voto cada uno. Por el contrario, el sanchismo lo conforman PSOE, Sumar (compuesto por 15 formaciones con el marxismo en común), ERC, EH Bildu, PNV y BNG. Lo que obliga a que Puigdemont con su voto decida quién gobierna en España, y ahora además debiendo votarle a favor.

El prófugo de Waterloo huyó de la Justicia escondico en el maletero de un coche y Sánchez está dispuesto a que regrese en un Falcon para recibirlo con honores de héroe nacional a pie de escalerilla del avión presidencial o en la puerta del Palacio de la Moncloa.

Todo tiene un límite en la vida personal y en la política. La indignidad de que España esté sometida a esta ignominia es literalmente inaceptable. Si Sánchez no es consciente de ello y sigue creyendo que el fin que pretende -continuar en La Moncloa- justifica que España pague ese precio, su partido debe hacérselo ver y, caso contrario, actuar en consecuencia.

Por algo muy parecido -aunque de menor gravedad, ya que todavía no se había producido el ilegal referéndum secesionista del 1º de octubre de 2017., «otro PSOE» le cesó en un Comité Federal exactamente ese mismo día un año antes. Ahora no puede hacerlo porque el actuar parece ser de su propiedad, pero la necesidad se impone.

Si no hay posibilidad de un mínimo acuerdo entre el PP y PSOE para evitar este ofensivo esperpento de Gobierno, el Rey debe intervenir con su facultad constitucional del art 56 de «arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones». Una repetición electoral sería un mal, pero un mal menor ante la alternativa de que la suerte de España se decida por un independentista prófugo de la Justicia, y desde Waterloo.

Jorge Fernández Díaz  (La Razón)

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Última Actualización: 13/06/2024

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