¿Qué más tiene que pasar para que entienda que su presencia al frente del Gobierno es dañina y un lastre para el país y para su propio partido?”; “no se puede obligar a un país a elegir entre democracia y estabilidad porque no hay mayor inestabilidad que la que emana de la corrupción”. Frases ambas más que elocuentes y acertadas, si no fuera por la identidad de la persona que las pronunció que no fue otro que el tal “Antonio”, un mentiroso compulsivo, cuando, en mayo de 2018, desalojó, con esa excusa, a Rajoy de la Moncloa para colocarse él en un ejercicio de absoluto cinismo.

Vivimos tiempos de una corrupción que ha superado con creces los límites tolerables. Se mire por donde se mire, la corrupción más profunda ha anidado en España y allá donde miremos descubrimos algún corrupto y eso que no todo se investiga.

Desde concejales de determinados Ayuntamientos que saben a priori qué empresa va a ser la concesionaria de un servicio cuyo concurso no se ha publicado aún, hasta lo que estamos viendo con la trama de las mascarillas, los respiradores y los equipos, cuya compra, a veces irregular y a empresas de amiguetes o correligionarios, ha servido, amparándose en el estado de necesidad de todos los españoles subyugados ilegalmente en aquellos días de la gran “plandemia”, para que algunos se hagan ricos y otros más ricos de lo que eran; pasando por el férreo control ejercido por el poder político sobre las Instituciones, manejadas a su antojo, que pone en jaque a la democracia, todo lo que nos rodea es corrupción. La corrupción propia de un Estado dictatorial manejado por la izquierda y la ultraizquierda. Vergonzoso.

No voy a entrar a valorar si la actuación de la esposa del tal “Antonio” está tipificada en algún artículo del vigente Código Penal ya que eso le corresponde a un Juez que es quien tiene la potestad legal para determinarlo. Sin embargo, sí que corresponde recordar aquella memorable frase de Julio César “la esposa del César no solo debe ser honrada sino también debe parecerlo”. Así que cada cuál se aplique el cuento como mejor le vaya.

Sin embargo, esta corrupción galopante, cuyo único objetivo es la venta de España en beneficio propio, comienza con el incumplimiento sistemático de las promesas electorales, utilizando la mentira como una forma de gobernar, y continúa cuando los socialistas, con el tal “Antonio” a la cabeza, hacen desaparecer por su interés la figura delictiva de la sedición y reducen, a límites irrisorios, la de malversación, con el único fin de que sus amigos, socios y correligionarios se beneficien.

A eso le siguieron los indultos con idéntico fin: únicamente con el de salir claramente beneficiados una serie de delincuentes, convictos y confesos, que no merecían tal medida por el mero hecho de no estar ni tan siquiera arrepentidos de las fechorías cometidas.

Toda esta venta de España se hizo a cambio de siete miserables votos, manchados de indignidad y deshonor, con la finalidad de que los sociatas se mantuviesen en la poltrona, aunque para justificarlo recurriesen a la milonga de que tal medida provocaría estabilidad, algo que saben a ciencia cierta que es una falacia, toda vez que los delincuentes catalonios no han cejado ni cejarán en su empeño de destruir España.

Pero la cosa no quedó ahí. Aquellos siete miserables votos han servido para que se fragüe una ley de amnistía, aprobada ayer para, amparándose en ella, hacer que la canallada cometida por los delincuentes catalonios, con el corrupto y cobarde Puigdemont a la cabeza, se olvide para siempre como si jamás hubiese existido, estableciéndose así una clara diferencia entre los españoles que pasan a ser de primera, si siguen al pie de la letra los mandatos del sátrapa socialista, y de segunda, los que no comulgamos con esta izquierda malsana y corrupta.

España se está alineando con las más corruptas repúblicas bolchevique-bolivarianas, copiando de ellas todo lo que las ha convertido en lo que son: falta de libertad, prensa comprada, Instituciones manejadas, poderes públicos controlados, atentados permanentes contra el Estado de derecho, etc.

Un país en el que cualquiera pude llegar a ministro, no hay más que ver a esa pobre diablo ferrolana, la tucán con ropa de domingo, un individua soez y ordinaria; o a la famosa “uropa” que ni tan siquiera merece un comentario.

Eso sin olvidar la hispanofobia galopante de ese ministrillo rojo que quiere dilapidar nuestro patrimonio. Estos son los socialistas y sus amigos comunistas, sin contar a toda la demás ralea, golpistas, separatistas, filoterroristas, la anti-España en estado puro que son los que los apoyan y mantienen indignamente en la poltrona.

¿Qué más tiene que pasar para que el tal “Antonio” y los lameculos sociatas entiendan que son un cáncer para España que, necesariamente, hay que extirpar?

¿Despertaremos algún día?

Eugenio Fernández Barallobre

Categorizado en:

Política,

Última Actualización: 13/06/2024

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