Son incapaces de ganarse la vida honradamente sin manipular, sin pisotear, aplastar al prójimo. Que la izquierda y la ultraizquierda están formadas por una colección de canallas y miserables no es nada nuevo, ni tampoco debería llamarnos la atención. Para ellos el fin siempre ha justificado los medios y poco les ha importado manchar impunemente la honorabilidad de cualquiera con tal de alcanzar sus objetivos totalitarios y opresores.
No deja de sorprenderme, ahora que se ha vuelto a poner de moda, la ligereza con la que tildan a cualquiera de “nazi”, olvidando que aquel deleznable partido alemán era el “Partido Nacional Socialista”, por tanto, algo tendría de lo que tienen los socialistas de hoy.
Que a nadie se le ocurra levantar el brazo con la palma extendida, pues de inmediato es tildado de “nazi”; sin embargo, ellos se permiten el lujo, sin caérseles la cara de vergüenza, de levantar el puño para cantar su internacional, aun a sabiendas de que tal gesto y tal himno representan al partido más genocida y asesino de la historia de la humanidad.
Hace muchos años cayó en mis manos un documento reservado de las entonces juventudes del Partido Comunista en el que se daba instrucciones a sus jefecillos sobre la actitud que deberían adoptar para captar correligionarios, especificando, claramente, a qué segmento de la juventud debía ir dirigida esta captación y los medios de los que habrían de valerse para lograr tal propósito.
En este sentido, el documento destacaba que deberían constituir objetivos prioritarios los estudiantes que viviesen lejos de sus casas; los hijos de personas relevantes o de alta posición; los miembros de organizaciones religiosas progresistas; jóvenes que comenzasen sus estudios universitarios y sacerdotes calificados como “inquietos”.
Más adelante, el documento refería las formas de aproximarse al candidato a ser captado, destacando, entre ellas, recurrir a la adulación personal; proporcionarle diversiones y relaciones sexuales; difundir, de forma subrepticia, acusaciones sobre ellos para luego salir en su defensa y apoyo; ponerlos en primera línea, durante huelgas y manifestaciones, para enfrentarse contra la Fuerza Pública; mostrar o aparentar un vivo interés, en todos los aspectos, por aquel que se pretende captar y otras por el estilo, todas ellas con una clara intención de manipular la realidad del objetivo perseguido.
Sin embargo, lo que más llama la atención en este documento y que hemos tenido oportunidad, lamentablemente, de vivir en primera persona, es lo referido a lo que ellos llaman “frente a los que se nos oponen”.
En este apartado, muy interesante y clarificador, por cierto, y ampliamente manejado y utilizado, incluso en la actualidad, por toda la escoria siniestra, nos encontramos con las siguientes instrucciones:
Hacer correr la voz de que pertenecen a grupos políticos o religiosos desacreditados y colgarles sambenitos tales como “carca”, “fascista”, “reaccionario”, “burgués”, “chivato”, etc., señalándoles con el dedo de forma ofensiva.
Procurar que todo su entorno tenga la percepción de que se trata de personas sin capacidad para el diálogo y la convivencia.
Amenazarlos personalmente o de forma anónima y tratar de crear un estado de sospecha en su ámbito familiar o de amistades.
Provocarlos dentro de los centros docentes y universitarios para lograr que reaccionen y así tildarlos de matones ante sus compañeros.
A los que tienen cargos procurar marcarlos y torpedear sus proyectos.
En resumen, una vieja táctica, un plan maquiavélico y miserable, que ha llegado, con plena vigencia, hasta nuestros días y que es utilizada, a diario, por esa malvada izquierda y ultraizquierda que trata de desprestigiar a todos los que no pensamos como ellos.
Una táctica empleada contra muy buenos españoles cuyo único “pecado” ha sido oponerse a los malvados designios de esa izquierda macabra y perversa y a los que se han encargado de colgarles sambenitos que los han marcado y perseguido para siempre, entre los que me incluyo. Por tanto, sé muy bien de lo que estoy hablando.
Es verdad que, a cada paso, todo lo que puede decir la miserable siniestra, corroída por una corrupción galopante y limitadora de nuestras libertades, le importa a menos gente, aunque sigue habiendo paniaguados y tontos útiles que, digan lo que digan, se lo creen a pies juntillas; sin embargo, es conveniente que todo el mundo sepa cómo se las gasta esta gentuza con la que no sirve dirigirse con tono conciliador y caballeroso, tan propio de la derechona cobarde y acomodaticia que todavía cree que los sociatas y los comunistoides de salón y demás escoria son sus compañeros de cámara legislativa o corporación, cuando, en realidad, son los enemigos de España y, como tal, hay que tratarlos.
Eugenio Fernández Barallobre (ÑTV España)